miércoles, 30 de noviembre de 2016

Solo anécdotas


Me topé un día soleado con un concejal que aún quinaba elección popular, merced a las nefandas listas, de las que se acababa de caer. A lo largo de la callejera conversación me dijo que si algo había aprendido en el cargo era a tener por sabida una cosa, pensar la contraria y decir una tercera, sin perjuicio de desdecirse alegando que sus declaraciones habían sido sacadas de su contexto. O sea, que una misma razón servía tanto para una cosa como para la contraria. Me lo dijo con aire festivo y se quedó como si tal… Como queriéndome expresar ¡chico, no sabes bien, así son las cosas de la vida! ¡Te lo digo yo!

webfilosofia.com

Pensará alguno que, ayuno de experiencia previa, en sus años municipales aprendió gramática parda. Pero no, porque aunque universitario de ciencias, habría que darle por sabido en gramática. Tampoco adquirió entonces un peculiar don de lenguas. Simplemente se hizo astuto, mentiroso, engañador y bribón para salvar el pellejo. Tenía a su favor que esto sólo era una pretensión, porque mentía mal y el tunante tenía un leguaje corporal que negaba cuanto su lengua afirmaba. Por eso, algunos complacientes decían de él que era “buena gente” ¡ángel de Dios! porque ni sabía vender sus propias mentiras.

Cierto es que no se le pudieron achacar ni grandes agravios ni grandes ingenios. La pólvora ya estaba inventada y solo disparó en su vida pública alguno de los cohetes de acompañamiento del chupinazo sanferminero. Solo fue un colaboracionista, cómplice necesario en las “juadas” políticas de su propio partido. La mayor y más grave, impedir que otros inexpertos más jóvenes pudieran ocupar por la misma vergonzante vía su escaño edilicio, porque lo tuvo de por vida constitucional y por suya propia. Casi.

Con ojos cada vez más brillantes compartía conmigo que su baja en la lista electoral había alterado su vida, que ya no tenía razón de ser, que no podía volver a la profesión porque se había distanciado de la ciencia y carecía del ojo y pulso que requeriría. En casa era evidente que sobraba, pues su mujer, durante tantos años postergada, se había fabricado la suya propia con hijos, amigas y el arte del caballete que practicaba con soltura.


No sin cierta sorna le insinué que ahora que tenía tiempo y salud escribiera sus memorias de su larga vida en la política. Durante unos segundos aquél hombre se me quedó mirando a los ojos y me dijo: "no tengo para memorias, sólo para algunas anécdotas". Y así pasó a mejor vida: perdonado in civitatis honor, que decían los clásicos.

martes, 29 de noviembre de 2016

Hartura


Estoy harto, más que harto, de ver cómo todo el mundo, todo, coge el rábano por las hojas y hace pública demostración de que tiene receta para cocinarlo, cuando en realidad éste le importa eso, un rábano, y sólo quiere la foto y mostrar como gran hazaña el agujero que a su paso ha dejado en la tierra.

Se me dirá exasperado, pero estoy harto del individualismo, del relativismo, del igualitarismo, del gregarismo, del utilitarismo, del “género” como opción, de la semántica al uso, del a o e, de las imposiciones injustas de paz entre los ruines, de la incultura, de la violencia, de las advertencias acerca de las “imágenes que pueden herir la sensibilidad del espectador”, del lenguaje misógino y del puritanismo… ¡No me cabe más!

El otro día recibí un corto vídeo que mostraba cómo un indio, pakistaní o lo que fuera, tenía colgada a una mujer por las muñecas de una viga mientras la vareaba a modo. Hasta los niños presenciaban la “corrección”, porque de eso, imagino, se trataría. Sin mayor aspaviento. Pocas horas después, en un programa de tv de casposa audiencia, mostraban cómo existe un make up específico para ocultar los moretones en la cara de aquéllas hembras que no se portan adecuadamente en casa ¿en el serrallo? o en la vía pública. La verdad que los moretones que pude ver eran como los de un sparring sin careta.

Estoy harto, digo una vez más. ¡Hasta del dinero! Del nada le doy “porque no puedo” hasta el tome crédito que hoy le doy barato, que ya me lo devolverá cómodamente. Un 19 por ciento de desempleo. La clase media está muy tocada y 7 millones de personas con pobreza severa, cobrando menos de 300 euros al mes, nos dice Cáritas.


En todo esto que produce mi hartura hay un gravísimo defecto de educación. El problema real y central de fondo radica en que ésta no considera al hombre como persona humana, como un ser en forma sexuada de varón y mujer con una dignidad intrínseca, que no puede serle atribuida por declaración alguna de derechos humanos ni por ninguna ley, del rango que sea. Sólo a partir de esta consideración podrá respetársele no como individuo, sino como persona desde el seno materno hasta su muerte natural. Lo contrario será un crimen de lesa humanidad. Lo mismo da que sea de uno que de ciento. La diferencia solo está en el número.

¿Es que la dignidad nos ha sido atribuida por unos fulanos sesudos que un día de 1948 se reunieron en las Naciones Unidas y parieron la Declaración Universal de Derechos Humanos? ¿Y hasta entonces qué pasaba, no existían, de dónde se los sacaron? ¿Qué argumentos esgrimieron los descamisados de 1792? ¿Y los bolcheviques en 1917? ¿De dónde nuestras libertades?


Dignidad de la persona humana, varón y mujer, en esencia iguales, pero complementarios por ser diversos. Esto se aprende en casa, de nuestros padres y abuelos, y se remacha en la escuela. A condición de creer en la existencia de Dios y obrar en consecuencia.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Fábula del pendejo


Tía Martha es casi ochentona, vive en la “Perla de la Laguna”, en Cohauila. Recién ha descubierto —diría ella— el guasap como medio de comunicación en la gran distancia, desde allí y ahora mismo. Es una senior digital. Con ello disfruta y sale de sus ratos de soledad, a la vez que me instruye con lo que sabe, que no es poco, de allende los mares.

La legua española es rica en significados y matices del vocabulario que utilizamos todos sus hablantes. Así ocurre  con la palabra pendejo, que teniendo una misma etimología, puede constituir un nombre común y corriente o un adjetivo rudo e insultante, o bien un calificativo si más. En nuestro caso ha de tomarse en el sentido español y mexicano de tonto, tonto del pueblo o al que nosotros llamamos —con harta injusticia— lepero.

En esta fábula no hay que hacer caso de las monedas referidas ni a su valor nominal, que se usan a título de ejemplo.

Catholic.net
"Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el pendejo del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y limosnas. Diariamente algunos hombres llamaban al pendejo al bar donde se reunían y  le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 400 reales y otra de menor tamaño, pero de 2.000 reales. Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió: 'Lo sé, no soy tan pendejo. Ella vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar más mi moneda'. Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones: primera, que quien parece pendejo no siempre lo es; segunda, ¿cuáles eran los verdaderos pendejos de la historia?; tercera, que una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
 Pero la conclusión más interesante es que podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.

'El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser pendejo delante de un pendejo que aparenta ser inteligente'."

Colorín, colorado...

sábado, 26 de noviembre de 2016

Los de la Radio

Javier Nagore Yárnoz (d.e.p.), “cabo de requetés” que me vio nacer al tiempo que su hijo Leandro y al que considero como “tío”, por su hermandad correligionaria, conmilitona y ¡mucho más! con mi padre asumió libremente la obligación, como si consigo mismo se hubiera juramentado, de convocar hacia el otoño de cada año, la Reunión” de todos aquellos que fueron compañeros en la 1ª Sección de la 1ª Compañía del Tercio de Radio Requeté de Campaña (TRRC), con el fin de reanudar la amistad que surgió en los frentes de la Cruzada de Liberación.

Cuando, “para regalar a sus amigos”, editó en 1982 sus Memorias de un voluntario en Radio Requeté de Campaña(1), escribía que jugaba con ciertas ventajas para convocarla, pues «nuestra Sección, de 40 a 50 hombres, con una independencia de actuación notable, y una formación casi civil (y no uso la palabra como peyorativo a la palabra contraria, “militar”), constituida toda por voluntarios, fue en aquellos años de guerra, y sigue siendo en los cuarenta y cuatro “de después” (de 1975 a hoy sólo podrá hablarse de una paz relativa en España) un ejemplo tal vez único.

»Hemos hecho bueno el primer cuarteto del soneto que dice:

“Los amigos se ganan en la guerra,
amigos de verdad, que nunca ‘reblan’;
son como las semillas que se siembran
y dan ciento por uno en buena tierra”.»

Y se remitía a las pruebas, que citaba, de todas y cada una de las reuniones: año, lugar, asistentes, circunstancias dignas de mención… Como buen notario, Javier levantaba acta, que luego distribuía, junto con la “foto de familia”, entre todos los que habían estado presentes en aquélla. Desde el año 1939, año de la Victoria, y hasta 1981 habían celebrado 43 reuniones, sin que hubiera año en que no se hubieran reunido al calor de la amistad, de los recuerdos y nostalgias compartidos. Observaba que los años no habían hecho mella en la amistad, antes bien ésta se había hecho más profunda, pues «no la basamos en los recuerdos, sino en la mutua estima y ayuda. Pues es amigo quien en las prosperidades acude siendo llamado, y en las calamidades sin serlo.»

Al cerrar el “limpio” de sus Memorias el 15 de octubre de 1981, festividad de Santa Teresa de Jesús, dejaba la 44ª Reunión entre interrogantes, «pues ¿quién puede prever si celebraremos todos los cuarenta y cuatro años de amistad […]? La “orden”, o “la tabla”, no manda “palmar”, sino celebrar la reunión en el mes de Mayo, en Eguaras [su casa en el Valle de Atez, cabe Pamplona], y repartir allí este libro entre los asistentes; y que su “hacedor” el del libro y José Mari Lizarralde, celebren su “veteranía constante”, sus cuarenta y cuatro años de asistencia “¡sin faltas!”, dice José Mari a las reuniones de hermandad.

»Por eso, mientras escribo estas líneas últimas, rezo para que todos lleguemos a la celebración […]

»¡Animo, amigos! Recordemos juntos el final de aquel Romance de los muertos en el campo:

»”¡Y cómo iguala la muerte
los rojos y los azules!
¡Qué amor de sol los acerca!
¡Qué paz de tierra los une!
Nadie es nada. Todos son
sílabas que se resumen
en un romance sin nombre
y en un olvido sin cruces.
Pero Dios sabe los nombres
y los separa en las nubes.”

»¡Dios sabe más! ¡Dios sabe los nombres!

»Esperemos, amigos, esperemos; pues el valor espera, mientras que el miedo va a buscar. Esperemos.

»Cuando todo parece perdido es la hora de las almas grandes.»

Pero no fue así, como dudaba. No solo llegaron a la 44ª reunión, sino que se cumplieron 75ª, llegaron hasta la septuagésima quinta, que es difícil hasta de decir. Se trata de algo raro, inaudito,  insólito, único —según creemos— en la historia de las unidades del Ejército español: «que los supervivientes de una Sección de una Compañía […] conmemoren juntos (“Todos juntos en unión”, como se canta en el “Oriamendi”) una guerra que comenzaron como soldados voluntarios o no, que de todo hubo y terminaron como amigos. […] A lo largo de tres años de guerra, fueron catalizándose las diversas ideologías. Tradicionalistas, carlistas de pura cepa y dinastía, falangistas, monárquicos alfonsinos, cedistas, republicanos e, incluso, “gudaris” de los que se nos enfrentaron en las campañas de Guipúzcoa y Vizcaya, todos sin ser los últimos los menos ardorosos en la defensa del ideal que nos unió coincidimos, mantuvimos en alto, y con él triunfamos, el “por Dios y por España”. Las motivaciones de “fueros” y “rey”, aunque importaron, pesaron mucho menos que aquel alto, simple, desnudo ideal por el que tantos murieron bajo el fuego.»

No les unió la juventud, añade, aunque este fuera el elemento aglutinador. «Nos unió […] sólo el ideal. Con éste acudió, se estrechó y permanece la amistad. Sí, un ideal. Aquél “que defendió la fe y la civilización cristiana y supo resistir el empuje de los que, engañados con lo que creían un ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en provecho del ateísmo”. Entonces intuíamos las palabras definitorias de Pío XII, hoy sabemos su verdad. Como sabemos la verdad de una amistad obras son amores que sin aquél ideal sería vana.»(2)

Al presentar las Memorias de Nagore en sociedad podríamos decir Rafael Gambra dejó bien escrito que, «sin embargo, y pese a la siniestra imagen que hoy se ha difundido de guerra —de toda guerra y de nuestra “guerra civil” en particular— aquella lucha fue, sobre todo en los frentes nacionales, alegre. Porque la alegría es compañera inseparable de la fe y de la esperanza, como la tristeza y el desaliento son de la falta de fe y de la desesperanza. En medio de tantos horrores y penalidades, los combatientes cantaban, se ofrecían voluntarios unánimemente para las empresas más arriesgadas, y jamás dudaron del triunfo ni de la santidad de su causa.»(3)

Y si la Victoria sobre las huestes rojas fue proclamada en abril, el 12 de octubre tuvieron ya la primera reunión, en la festividad de la Virgen del Pilar, patrona de las Españas.






Afirma Javier Nagore que la repetición de datos, tan parecidos año tras año desde 1939, no han supuesto monotonía para ellos, los de la Sección. Sin embargo, puedo añadir yo, testigo de excepción de las últimas reuniones, que cada convocatoria había más bajas por fallecimiento y por los achaques propios de la edad. Cuando Javier cantaba en el Memento de Difuntos de las Misas anuales el creciente número de los que ya les acompañaban desde el cielo, los presentes no podían reprimir un mohín de esperanza celestial.

Durante el banquete, siempre excusaba Javier a quienes no habían podido asistir por hallarse impedidos, y también daba razón de sus circunstancias personales y de las adhesiones recibidas de terceros. Es digno de notar que, conforme se reducía el número de supervivientes de la Sección, se iban arrimando al socaire del evento anual otros excombatientes que, habiendo pertenecido a otras unidades, compartían espíritu y amistad con éstos. Grandes personas todos ellos, de quienes aprendimos mi hijo y yo el secreto del combatir sin odio. «Pues si algo hubo que nuestra generación la de la guerra por España olvidó, ese algo fue el odio. Y, en cambio magnificamos el heroísmo, esa virtud con la que se gana el cielo.»(4)



1. NAGORE YÁRNOZ, Javier, «En la 1ª de Navarra». (Memorias de un voluntario navarro en Radio Requeté de Campaña). Madrid, 1982, pp. 160 y ss.
2. Ibid. id., p. 6-7.
3. GAMBRA, Rafael, “Un libro entrañable de Javier Nagore. ‘En la 1ª de Navarra’”. El Alcázar, 6 de marzo de 1982, p. 3
4. NAGORE, op. cit., p. 124.