domingo, 1 de abril de 2018

Por crédulos, tontos



Me dicen ciudadano y elector y me tratan como a perro contribuyente, pero no como quien allega fondos para la cosa pública, sino como quien tiene que pagar a término o por operación so pena de ir a purgarla al infierno de los miserables. Luego, este dinero, sumado al del resto de los pagadores, llega a convertirse por arte de magia en cosa de nadie, de la que un cualquiera dispone a su antojo con tal de que éste sea el de la mayoría.

Pero lo más cierto es que el dinero es un instrumento de dominación que se superpone a la soberanía popular. Lo saben hasta los comunistas, por mucho que abominen de él. Dicho de otro modo, por mucho que diga la C78 acerca de que la soberanía reside en el pueblo, si éste no tiene un céntimo porque lo han sangrado, no pinta nada. Y el sangrado se hace a lo bruto, mediante hachazos que son los impuestos, tasas y contribuciones, o poquito a poco sirviéndose de la inflación, que es robo, pero encubierto a lo largo del tiempo.

Que se lo pregunten si no a los pensionistas.
    

El “Infierno de los miserables” es la penitenciaria colombiana de alta y mediana seguridad de Valledupar, más conocida como “La Tramacúa” o el “Infierno de los miserables”. La situación allá es crítica y se puede comparar con las cárceles más desgraciadas del mundo. La forma de tortura es la falta de agua, que se agudiza con una temperatura que alcanza los 42 grados. (Cfr. SOLANO CERCHIARO, Jacobo, “El infierno de los miserables” http://sumo.ly/lJ19 via @el_pilon. Captura 1 de abril de 2018)