Llevo horas intentando poner en orden mis ideas sobre el cambio climático. Estoy engolfado entre informaciones de variada índole y origen acerca de las emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera y los llamados mercados del carbono, muy volátiles y especulativos, por cierto. Arduo es el trabajo en el que estoy. Tengo la seguridad de que lo que alcance a saber hoy del comportamiento de esos mercados mundiales quizá no valga mañana.
Así las cosas, me topo por accidente con la recensión de un artículo que publica The Economist (http://www.economist.com/node/18744401), dándonos a los lectores la bienvenida al Antropoceno. Confieso que ignoraba que así se había denominado por Paul J. Crutzen (2000) a la «era del hombre», que ya estamos viviendo en el planeta Tierra. Según el articulista, se trata de uno de esos momentos geológicos ―valga la expresión― en los que el progreso científico puede hacer cambiar radicalmente la visión que tenemos de las cosas mucho más allá de la ciencia, haciéndonos repensar la relación del hombre y la Tierra para actuar en consecuencia. Suena bien, porque no siempre se ha tenido en cuenta que el nuestro es un ecosistema al que los hombres estamos íntimamente ligados y en el que desempeñamos un papel definitivo. La cuestión es que ese papel sólo se hace derivar del hecho que, con los medios de que disponemos, los humanos nos hemos convertido en una fuerza de la Naturaleza: estamos modificando el planeta a una escala geológica, pero mucho más rápidamente que lo que realmente tarda un tiempo geológico. El desafío del Antropoceno es ―se afirma― emplear la creatividad y el ingenio humano para reestablecer las cosas de modo y manera que el planeta «pueda cumplir sus tareas en el siglo XXI». No se identifican cuáles puedan ser éstas. El autor no se moja.
Unos, la mayoría, hablan suavemente de la sostenibilidad del crecimiento económico. Otros prefieren referirse con rudeza al «capitalismo global como agente geomorfológico». Se trataría de repensar no tanto qué estamos haciendo, sino por qué y para qué. Administramos un patrimonio que no es nuestro, mientras lo expoliamos procurando no repartir. Además.
viernes, 27 de mayo de 2011
sábado, 21 de mayo de 2011
Premoniciones
Ahora que parece que algo se mueve en España, hace unos días cayó de entre mis papeles una nota tomada en 2002. Tenía entonces entre manos la edición francesa de la novela de Jean Raspail Le camp des saints, más tarde traducida al español. Su lectura me sobrecogió y más áun años después, cuando se pudo comprobar que su argumento no era de ficción, sino de anticipación de unos sucesos que sucederían tal y como el autor intuyó: unos miserables a bordo de un barco errante al que todos los puertos negaron asilo…
A lo que iba. La nota recogía la siguiente consideración del autor, que traduzco: «Es raro que los movimientos de masas espontáneos no sean, de hecho, más o menos manipulados. Inmediatamente nos imaginamos un director de orquesta omnipotente, gran manipulador en jefe, estirando de miles de hilos en todos los países del mundo y secundado por solistas notables. Nada nos parecería más falso. En este mundo atenazado por el desorden moral, algunos de entre los más inteligentes, generosos o perniciosos, se agitan espontáneamente. Es su manera propia de combatir la duda y escapar de una condición humana cuyo secular equilibrio rechazan. Ignorando lo que nos depara el porvenir, se implican en una loca carrera que es una huida hacia adelante en su propio camino […] Cada cual tira de sus propios hilos, atados a los lóbulos de sus cerebros y es precisamente ahí donde reside el misterio contemporáneo: todos los hilos se unen y proceden, sin concierto, de la misma corriente de pensamiento. El mundo parece sometido no a un director de orquesta identificado, sino a una nueva bestia apocalíptica, una especie de monstruo anónimo dotado de ubicuidad, que desde un principio se habría jurado la destrucción de Occidente. La bestia no tiene un plan concreto. Aprovecha las ocasiones que se le ofrecen […] ¿Es de origen divino o más probablemente demoníaco? Este inverosímil fenómeno, nacido hace más de dos siglos, fue analizado por Dostoievski […] Nada detiene a la bestia. Lo sabe todo el mundo. Esto engendra el triunfalismo del pensamiento entre los iniciados, mientras que los que todavía luchan consigo mismos se persuaden de la inutilidad del combate. […] » (Robert Laffont, Paris, 1996, pp. 55-56)
De este barro solo parecen escapar los ingenuos, que no se enteran, y los más avisados, que no son precisamente los triunfalistas iniciados, sino los prudentes, discretos y más sagaces, que distiguen el trigo de la paja y actúan en conciencia.
A lo que iba. La nota recogía la siguiente consideración del autor, que traduzco: «Es raro que los movimientos de masas espontáneos no sean, de hecho, más o menos manipulados. Inmediatamente nos imaginamos un director de orquesta omnipotente, gran manipulador en jefe, estirando de miles de hilos en todos los países del mundo y secundado por solistas notables. Nada nos parecería más falso. En este mundo atenazado por el desorden moral, algunos de entre los más inteligentes, generosos o perniciosos, se agitan espontáneamente. Es su manera propia de combatir la duda y escapar de una condición humana cuyo secular equilibrio rechazan. Ignorando lo que nos depara el porvenir, se implican en una loca carrera que es una huida hacia adelante en su propio camino […] Cada cual tira de sus propios hilos, atados a los lóbulos de sus cerebros y es precisamente ahí donde reside el misterio contemporáneo: todos los hilos se unen y proceden, sin concierto, de la misma corriente de pensamiento. El mundo parece sometido no a un director de orquesta identificado, sino a una nueva bestia apocalíptica, una especie de monstruo anónimo dotado de ubicuidad, que desde un principio se habría jurado la destrucción de Occidente. La bestia no tiene un plan concreto. Aprovecha las ocasiones que se le ofrecen […] ¿Es de origen divino o más probablemente demoníaco? Este inverosímil fenómeno, nacido hace más de dos siglos, fue analizado por Dostoievski […] Nada detiene a la bestia. Lo sabe todo el mundo. Esto engendra el triunfalismo del pensamiento entre los iniciados, mientras que los que todavía luchan consigo mismos se persuaden de la inutilidad del combate. […] » (Robert Laffont, Paris, 1996, pp. 55-56)
De este barro solo parecen escapar los ingenuos, que no se enteran, y los más avisados, que no son precisamente los triunfalistas iniciados, sino los prudentes, discretos y más sagaces, que distiguen el trigo de la paja y actúan en conciencia.
Así cree que le va, pero no hay tal
No supo sujetar su magín y detener su agotador revoloteo. Tampoco sobreponerse a la perentoriedad del día a día, de modo que no pudo expresar su vida interior como literatura, salvo por algún raro casual y casi siempre para su coleto.
Y aunque sepa expresar sus sentimientos, tampoco es una persona muy dada a hablar: escucha, observa, rumia y, si las tiene, guarda sus palabras para él o, a lo sumo, para su derredor, aunque haya quien discrepe. Sólo muy de vez en cuando tiene la oportunidad de romper su silencio para fuera; entonces nota que causa estupor, porque dice de lo suyo, de sus experiencias e intuiciones, de lo que ha podido trabajar consigo mismo, casi siempre contra corriente.
No trata de enseñar a los demás, sino de aprender. Sabe que el protagonista de la educación no es el maestro, sino el alumno, por eso aprende de todo aquél que tenga algo que enseñar, tanto bueno como malo. Luego actúa en conciencia y, sin reparar en ello, siembra.
Y aunque sepa expresar sus sentimientos, tampoco es una persona muy dada a hablar: escucha, observa, rumia y, si las tiene, guarda sus palabras para él o, a lo sumo, para su derredor, aunque haya quien discrepe. Sólo muy de vez en cuando tiene la oportunidad de romper su silencio para fuera; entonces nota que causa estupor, porque dice de lo suyo, de sus experiencias e intuiciones, de lo que ha podido trabajar consigo mismo, casi siempre contra corriente.
No trata de enseñar a los demás, sino de aprender. Sabe que el protagonista de la educación no es el maestro, sino el alumno, por eso aprende de todo aquél que tenga algo que enseñar, tanto bueno como malo. Luego actúa en conciencia y, sin reparar en ello, siembra.
jueves, 19 de mayo de 2011
La antes llamada creatividad
Hablamos de innovación y, en España, donde existe tanta universidad, hay un déficit atufante de creatividad y de pensamiento. Por otro lado, desde las instancias públicas se cercena ―a veces inadvertidamente― el discurso de ideas soportadas en proyectos de escaso coste económico y que, por eso mismo, no parece que merezcan la pena. De igual forma, hay ideas que “están” ahí, revoloteando, que no pueden ser expresadas por causa de la falta de instrumentos de comunicación, v. gr.: modos diferentes de hacer las cosas. En fin, estólidos ganapanes también prefieren su comodidad y no escuchan. Seguiremos hablando de innovación, de I + D + i, que es más cool.
lunes, 2 de mayo de 2011
Vivir la vida
Duro se me hace salir del regazo donde moré semana y media, de Pascua y antes de Pasión. Estuve en la Gloria. Vuelto hoy al tajo, ya me gruñen y amagan... En fin, "la vida -decía un personaje de novela de Salisachs- es el don más maravilloso que tenemos. No lo niego. Sobre todo porque nos permite ser eternos".
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