Me llamaron iluso porque estaba dando a otro, bastanter astuto, una nueva oportunidad, cuando los usos prescriben que debía cerrarle definitivamente el paso y dejarlo en evidencia, a la intemperie con su propia realidad, desentenderme y quedarme mirándolo, como quien dice, desde la barrera. ¡Ahí te jodas, caaabrón! Pues prefiero pasar por iluso que ser taimado, aunque conviene estar avisado.
Estoy contento. Ya pasó un año.