Si los españoles hiciéramos honor a nuestra historia tendríamos una
producción audiovisual y novelesca de hechos históricos inigualable. Las gestas
históricas han sido miles, pero nos hemos quedado con lo peor, con la más
atrevida ignorancia y con los complejos infundidos por nuestros envidiosos
rivales, que no pensaron sino e arrebatarnos el Imperio para expoliarlo y
tratar al indígena a cañonazos o al negro encadenado. Cuando los holandeses
hablan de la Inquisición española callan la calvinista que dio tormento a los
católicos en sus Países Bajos… En fin.
Acabo de leer de una sentada El
héroe del Caribe. La última batalla de Blas de Lezo, firmada por Juan
Pérez-Foncea. Narra con rigor histórico la batalla, en 1741, por la defensa de
Cartagena de Indias por 3.000 españoles frente a casi 30.000 anglo-virginianos,
6 navíos del rey frente a una codiciosa flota de 180 barcos comandada por el
almirante Vernon, que no pudo con la resistencia que le ofreció la plaza hasta
ser derrotado, ya dentro de la ensenada y castillo, por el almirante don Blas
de Lezo.
Blas de Lezo, alias mediohombre,
guipuzcoano de Pasajes, almirante la Armada Española en el siglo XVIII, de
quien en Inglaterra se prohibió hablar a los historiadores bajo pena de muerte,
porque era como mentar al demonio entre sus marinos, que yacen por centenares
en el fondo de los océanos. Al desastre de Cartagena se lo conoce entre los
ingleses como la guerra de la oreja de
Jenkins, una manera de echar tierra —mejor
agua de mar— sobre la tremenda derrota allí sufrida.
Tres siglos después empiezan a reconocerse los hechos de armas de Lezo,
tapados hasta hoy por quienes valían mucho menos que él, pero se atribuían las
victorias, bajo una dinastía que no hizo sino empobrecer España y al ser
español. Hoy mismo hay enanos que rechinan los dientes por el reconocimiento al
valor y al sentido del honor de Lezo.
(Nota en https://www.facebook.com/jazubiaur 28 de dicienbre de 2014)