Tata Mari nunca me dejó acercarme a las colmenas, porque no se debía
molestar a las abejas. Primero, porque se les debía un respeto y, segundo,
porque si te picaban todas a la vez significaría una muerte segura. No sería el
primer caso. O sea que tenía prohibido terminantemente acercarme a ellas.
© Wikipedia Commons. John Serverns.
|
Siendo yo jovencito recuerdo que había colmenas en casi todos los
caseríos, por lo menos un par. Algunas eran muy antiguas, de mimbre y barro,
otras tenían panales horizontales. Los caseros las manipulaban a pelo, sin
protección alguna, suai-suai y
musitando palabras a las abejas. Lo cierto es que sacaban los panales sin que
les picaran, ponían a escurrir la miel y luego fundían la cera virgen para
hacer candelas. La miel filtrada, que estaba muy rica sobre rebanadas de pan
con natas, era muy oscura o bien clara. Dependía de donde estuvieran las
colmenas, si cerca de algún bosque o próximas a flores. Se dedicaba al consumo
de la familia. Con la cera, de rico olor,
yo he visto encerar los suelos de tarima de roble y también hacer velas
para ofrecer a la iglesia y bendecir en la Candelaria o para el Monumento
eucarístico del Viernes Santo. También otras más finas, como de no más de un
dedo meñique de gruesas, para enrollar y hacer las argitzaiolak, que se encendían sobre las fuesas de la casa en las
Misas de cabo de año por cada familiar difunto.
Pero la curiosidad mató al ratón. Un día infringí la prohibición de Tata
Mari, me acerqué a la colmena más próxima y, desde lejos por si acaso, metí un
palo largo y fino por la piquera. Ama!,
todas se me abalanzaron. Al salir corriendo conseguí cinco picaduras en la mano
derecha, uno en el cuello y bastantes capones y zartakos por desobedecer y para que dejara de quejarme mientras me
sacaban los aguijones en casa. La mano me creció como al doble. Tata Mari me
tiró dolorosos imurtxis y hasta el
boticario se permitió darme un pescozón “por tonto”, antes de aplicarme una
pomada que me bajó la hinchazón, pero no me quitó el dolor.
Daprose.net |
Cuando se calmó la cosa, al día siguiente, me explicó Tata que las erleak son animales domésticos, ganado
como las vacas y las ovejas, y se les tenía por los nekazaris tanto o más aprecio que a éstas, por su producción de
miel, de cera, de jalea y por algo atávico también. En tiempos pasados se decía
que matar abejas era pecado y había muchos lugares donde, cual si se tratase de
personas, se les llegaba a advertir de la muerte de los miembros de la familia,
pues de lo contrario se creía que las abejas morirían y no habría velas que
ofrecer al difunto. Si quien fallecía era el etxekojaun el aviso tenía su propio ritual, pidiendo a las abejas
que hicieran argitzarie suficiente, porque en la iglesia se necesitaría mucha
luz. Por ejemplo, en Ziga se les exhortaba a ello diciéndoles “Argitzarie eitzatzue, berei argitzeko".
Años después supe que Tata Mari tenía toda la razón y que tanta importancia han
tenido los enjambres y colmenas en Navarra que están regulados por los propios
Fueros y las costumbres del lugar. Ya digo, como si se tratase de personas.