Envejecer hoy está mal visto, pero no
pudiendo remediarlo… La viñeta de René no puede ser más cariñosa y expresiva de
tres abuelitas que seguro que enterraron hace décadas a sus maridos, pero que
parece que les va bien en la vida. No se privan del tresillo ni del chocolate
con pastas. Parecen estar, además, bien de la cabeza. La más cotilla acaso sea
Cecilia, que ni toma chocolate ni para de hablar.
Quizá sí, quizá no. Quizá —como decía
Borges— a estas tres mujeres no les una el amor, sino el espanto asociado
al vacío y a la tristeza. Dos viudas son pareja, tres multitud en la sociedad
del vacío existencial que vivimos. Tres quizá puedan sobrevivir al
aburrimiento. Saben que el precio que van a pagar por su edad es la soledad,
porque —decía un anciano— «tu mundo muere antes que tú»: unos se marchan, otros mueren, y no te
queda sino tirarte a la cuneta para dejarte morir.
La soledad, gran enfermedad de la
civilización postmoderna. La gente circula cada vez más, pero las personas se
encuentran cada vez menos. Hay menos sociedad, «menos patrias», alguien
dijo. Antes, la imagen de la desdicha era alguien comiendo solo, hoy es una
silueta caminando hacia ninguna parte, donde reina la intemperie.