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¿Cómo seguir callando cuando lo que hoy
no se dice no existe? Los cristianos somos el grupo religioso más perseguido
del mundo, dicho sea sin querer olvidar ni disminuir el sufrimiento de los
miembros de otras religiones[1]. Y lo somos en mayor
número que en los primeros siglos, durante las persecuciones que se
desencadenaron bajo el Imperio romano. «El
mundo odia a los cristianos por la misma razón por la cual ha odiado a Jesús,
porque Él ha traído la luz de Dios y el mundo prefiere las tinieblas para esconder
sus obras malignas». Son víctimas «del
misterio de la iniquidad presente en el mundo», a la vez que «testimonio de la luz y de la verdad»[2].
Frente a los 105.000 de hace dos años,
ya se anticipa que, en 2016, fueron asesinados 90.000 cristianos, uno cada seis
minutos. El 70% de ellos (63.000) en conflictos tribales en África, porque se
negaron a tomar las armas por razones de conciencia. Rociados con gasolina los
hemos visto carbonizarse vivos. El otro 30%, es decir 27.000, murieron en
atentados terroristas, destrucción de villas cristianas, y persecuciones del
gobierno, como en el caso de Corea del Norte. Entre aquéllos se cuentan los sádicamente
degollados por el ISIS. Esta es la parte sangrienta, porque por
otro lado sigue creciendo la intolerancia en varios países. Se estima que entre
500 y 600 millones de cristianos no pueden profesar libremente nuestra fe. Es
la intolerancia como antesala de la discriminación y ésta de la persecución.
Mientras tocamos la zambomba y le damos
al almirez, vemos con cara bobalicona todos los días a los centenares de miles
de desplazados por las guerras de Oriente Medio. Los territorios de las
primeras predicaciones de los apóstoles se están quedando sin fieles
cristianos. Otro tanto cabe decir de los emigrados de Tierra Santa con un lento
goteo en busca de un futuro mejor. Es el caso de Belén, hoy ciudad cisjordana
de unos 40.000 habitantes bajo la Autoridad Nacional Palestina. Mientras en
1950 la habitaban un 86% de cristianos, apenas llegan al 12% al finalizar 2016.
Por efecto del muro que la separa de la zona israelí, muchos jóvenes ni conocen
la Iglesia de la Natividad, donde nació Jesús.[3]
Cuando en Belén cierran las puertas de
la muralla al anochecer, aquí celebramos la fecha atrapados por el espíritu del
mundo, que siempre nos hace amables sugerencias. A duras penas nos quedaremos
con los datos escandalosos pero descarnados, sin cara, sin nombre ni apellido
ni lágrimas de madre, como si se tratase de unas paladas de almas. Y a lo sumo les
dedicaremos una breve oración, sin caer en cuenta que nuestra fe no se encierra
en el formulismo de un rezo. Y acallaremos nuestra conciencia con la excusa de
la mano que no nos alcanza: ¿qué puedo hacer yo, pobre de mí, para promover la
paz mundial? Insignificante pero rotunda, santa Teresa de Calcuta, contestó: «ve a casa y ama a tu familia».
[1]
INTROVIGNE, Massimo, director del CESNUR. En http://www.forumlibertas.com/90-000-cristianos-fueron-asesinados-2016/
citando a Radio Vaticano.
[2] Papa
FRANCISCO, Ángelus del 26 de diciembre de 2016. ZENIT, Servicio diario, 26 de
diciembre de 2016, 20:30:20 GMT +01:00,
[3]
BABOUN, Vera Georges, alcaldesa de Belén, árabe y católica del movimiento focolares.
http://wp.me/p6OA6V-kH3