Entre
muchos otros, el Premio Salmerón era otorgado hace unos años por la Asociación
de Periodistas Parlamentarios, al diputado más batallador. Tengo que matizar
que el ámbito de actuación de la Asociación es el Parlamento español. No sé si
continuará haciéndolo, porque el horizonte periodístico ha cambiado bastante.
Este premio tenía dos accésit que merecerían también ser hoy otorgados. El primero
lo era para el diputado más absentista y el segundo al diputado mudo. El
absentismo ha sido fuertemente penalizado, aunque el bar parlamentario está
lleno durante las sesiones de gentes que ya han “fichado”; en ello les va la
congrua y las dietas. No así la mudez, porque, aún habiendo fichado a la
entrada, nadie está obligado a intervenir en sesión alguna ni para decir anjo;
basta con apretar un botón cuando toque. Preciso es decir que entre los
premiados en la corta vida de la Asociación se encuentran gentes absolutamente
desconocidas y otras que pasarían por relevantes. Hay que echar un vistazo al
elenco de galardonados
Variante, no considerada por la Asociación, de la mudez agravada sería la sordomudez, que
implicaría que el aquejado de ella, so pena de leer resmas de papeles, no se enteraría
de nada, porque así como hay taquígrafos y estenotipistas parlamentarios, no existe traducción
simultánea al lenguaje de los sordomudos. Por mi experiencia, me temo que las
listas cerradas deben está plagadas de sordomudos sin diagnosticar.
Y no
quiero seguir, porque si lo hago algún disminuido me saltará diciendo
que ellos son electores y, por lo mismo, tienen derecho también a ser elegidos
representantes de la nación. Pero, con todo respeto, yo no hablo de eso.