Fly es
un bichón maltés de cuatro años. Un reloj biológico de cuatro kilos que estos
días me tiene hipotecado, porque un perrillo amable y amoroso es mucho para uno
solo. Es un cotilla que me sigue por todos los rincones de la casa para
enterarse de cuanto hago y pasa y acurrucarse a mis pies, o saltar sobre mis
rodillas al menor descuido, haga lo que haga, con el susto correspondiente.
Hoy,
domingo, estoy tronado. Me acosté tarde, vigilado por Fly. A las siete de la mañana, con su dulce patita,
me ha comunicado su necesidad: pis y caca. Mientras yo dudaba si abandonar la
cama él me urgía y urgía. Al fin venció, me vestí como pude y con la cara sin
lavar me tiré a la calle. Una mañana primaveral, cantaban los pajarillos y yo
caminaba zombi conducido por el perro. Hay que dejarle hacer porque todo los
días sigue el mismo recorrido: olisquea por su orden esquinas, árboles y
parterres para dejar su marca en ellos. Algunas farolas están tan meadas que, a
pesar del zincado, están corroídas.
Por
aquí, allá y acullá. Va a lo suyo y no hay congénere que le distraiga. Cuando
tira de la correa en una especie de repentino frenesí, es caca. Duda del sitio,
de la postura a adoptar, pero la cosa urge, urge, porque viene, le viene ya…
Tan complicado resulta que algunas veces levanta la pata contra el árbol y se
caga. Como las gallinas, que sueltan todo a la vez. Y el amo, duro de riñones,
ha de tirarse al suelo para recoger el regalo con la bolsita… La cosa está
estudiada y prevista por los servicios municipales porque de trecho en trecho
hay en las farolas una rojigris papelera —¿cacalera?— donde depositar la tibia
materia. Luego el perro enfila hacia casa. Me lleva.
Me he
preparado el desayuno y Fly se ha sentado a mis pies, como Lázaro. ¿Cómo
desayunar sin ofrecerle algo para acallar mi conciencia? Y el pequeño can me
acompaña con dos galletas a cuartos mojadas suficientemente en mi café con leche.
Y a la voz de “acó”, se acabó, pide jugar, porque ahora toca jugar. Y sale
pitando a buscar el “trapo”, que no es sino un retal de un tejido que asemeja
una piel de oso. El juego consiste en