Al
poeta más prolífico que jamás haya existido, el persa Hakim Ferdusí, no le pasó
entonces desapercibido y así lo dejó escrito en su monumental Libro de los Reyes: «Si deseas tener un jardín con rosas, alhelíes, jazmines y claveles,
planta en tu jardín interior una mujer, porque en ella se compendian las
esencias de todas las flores». Es así. La mujer ocupa con esas sus esencias el
espacio interior; luego también el exterior, porque la mujer tiene una innata
capacidad de transformar cualquier espacio vacío en un sitio apropiado para
vivir. Se le reconocen destrezas que dan sentido a los lugares y a los días.
Una mujer se hace hueco y planta hogar, donde cuida la vida dispensando amor al
marido, al menor, al mayor. Esta es su sabiduría.
A mí
me ha dejado mi mujer, por dos meses solo, pero me ha dejado. Se excusa en el
parto de su hija para irse ultramar. Hoy estoy compuesto y sin mujer. Tengo de
todo, menos mujer. Bueno, me sobra casa y ajuar. Tengo mi orden y, a ratos, una
gran soledad. Mi casa ahora es un lugar sin desafío, sin aventura. Sin mujer, mi vida es como una vela sin llama.
«Apagado va el hombre/sin luz
de mujer» (Miguel Hernández)