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Todo el afán periodístico de estos días
es hacernos reportajes diacrónicos
acerca de las noticias acaecidas durante el año anterior, ese que todavía
tenemos entre los dedos y que no se termina de despegar. Aún haciéndo un
“índice” por materias nadie se aventura a sacar conclusiones ni “por el
momento”, dejan las cosas en puntos suspensivos, si acaso como cuelgan los
restos de la piñata apaleada por cegatos armados de garrote. Mas bien así.
Antes me interesaba conocer la trayectoria
seguida hasta el hoy. Ahora solo me importa cómo seguiremos desbrozando un camino
desde el hito al que hemos llegado. Sí que confirmo el escaso valor de lo
noticiable en su momento: tinta y papel; el tira y afloja que no condujo a
nada: negociaciones; las noticias que me colaron como un aquí-no-pasa-nada,
pero pasaba: el contubernio homosexual, etc.
Y puesto que así he dado fin al párrafo
anterior, citaré a William Somerset Maugham, que libró el pellejo de cuantos
conflictos hubo en Europa: «El que quiera conocer el carácter efímero del mundo, debería leer
periódicos antiguos para ver lo insignificante que resulta luego lo que en su
día fue importante».
Mejor que se quede en forma de bites,
que no ocupan nada.