Llevaban
tiempo tras de ello en Europa, pero no ha sido sino hasta ahora cuando lo han
conseguido y solicitado su aprobación por las autoridades académicas. Así
deduce de los hechos The Times de
Londres (11 de diciembre). Los estudiantes de la prestigiosa Universidad de
Oxford han recibido un folleto de su propio Sindicato con el fin de impedir
ofensas hacia los estudiantes transgénero. Conforme a la directriz para un Código de Conducta de la propia
Universidad, sería una transgresión del mismo usar deliberadamente el pronombre
equivocado con una persona transgénero:
«This guidance has been developed to support members of the University in meeting the requirements of the University’s Transgender Policy. The policy applies to transgender students and staff, with a particular focus on those who are seeking to transition from one gender to another. […] Transition (or gender confirmation) is the process of changing from the gender assigned at birth to a gender with which the individual identifies. This may, or may not involve medical or surgical treatment. Gender transition is a journey that is different for everyone. Every individual is unique and will experience gender variance to a different degree that also depends on social circumstances. Some may attempt to suppress their discomfort, while others may live permanently in the gender role that is most comfortable for them, but without seeking any medical treatment. Some people choose to follow a medical process called gender reassignment.»
Queda
claro con ello el posicionamiento oxoniano con las comunidades LGTB. Consigue
respaldar el “derecho” de los estudiantes a definirse como machos o hembras en
algún momento de su vida, al tiempo que vuelve a la vieja pretensión feminista
y decimonónica de utilizar pronombres neutros como norma y que ésta se extienda
a conferenciantes y seminarios.
De
continuar por este camino —en
los EE.UU. han llevado el suyo propio de la mano de Obama, veremos si sigue con
Trump—
me veo aprendiendo a introducir en mi conversación —¡atentas las áreas del lenguaje de mi
cerebro!—, además de los pronombres personales he, she y they, ze,
zer, o zers, según me conste si los referidos han salido o no del
armario. De lo contrarío seré un delincuente casposo y, con seguridad, fascista.
Algo más me preocupa. Sabido es que en
el Reino Unido no hay una Real Academia de la Lengua que “limpia, fija y da
esplendor” a la lengua inglesa. Tampoco en ninguno de los países
angloparlantes. Es The Oxford Dictionnary la “autoridad” referente en materia de
lengua. Sabemos por propia experiencia que el inglés es tan maleable que admite
palabras, palabros y construcciones sintácticas apocopadas con modal verbs según convenga. Me pregunto
si, en aras del progresismo rampante, tendrán acceso al Diccionario los “neopronouns”
para referirnos a M. and Mrs. Smith o a su hijo Mx. Smith.