Después de ejercer largo rato como estrella invitada ante
los quince, narrando con la ensoñación de los ojos vueltos de quien domina el
busilis de la cuestión, acompañándose de ademanes y un tono de voz modulado
hasta la dulzura, Pep nos advirtió que no vendría a cenar, que tenía compromiso
con los suyos del lugar. Pero a mí me da que no le recibieron, porque apareció
en el Círculo Mercantil justamente cuando terminábamos una taza de crema
deslavazada de verduras. Le hicieron sitio a un lado de la gran mesa, centrado
entre sus conmilitones. Porque dio la maldita casualidad que los que no lo éramos
nos habíamos sentado con la peor vista, dando las espaldas al mar.
Habló, celebrado por los suyos, de casi todo.
Especialmente acerca de lo mucho que ha cambiado el país y de lo que es y no es
progreso. También peroró sobre el socorrido chapapote —hace tiempo ya de esto— y se adornó con alguna
vivencia personal:
«–Cada año, cuando subo a mi
pueblo, uno pequeñito colgado en el Pirineo, visito la Residencia, porque sabed
que allí también se atiende a la tercera edad. Siempre me encuentro con los
mismos y las mismas, cada año un poco peor, pero aguantan aparcados sin decir
ni pío, mirando la tele desde el punto de la mañana. Ya no tienen a nadie, pero
los mantienen bien y así duran, duran y duran.
»—(Silencio, con asentimiento
de los suyos)
»–Aguantan deteriorándose
ante a la tele, y no me parece a mí que sea esta una vida digna para ellos. Cada
vez hay mas gente así y, además, el gasto no hay quien lo aguante y no reporta
nada. Habría que entregarlos al abrazo del oso".
»—(Silencio espeso)
»– No sé, algún modo digno
habrá…»
Hubo quienes le rieron la ocurrencia, los más callamos
por no hacer coro. Sólo le daba rollo el gallego, pero como quien da cuerda al
potro, para que muestre el trote. ¡Y mira si lo mostraba! La canariona, tan
poderosa y despechugada que pintaba lo
que no era, nos reparó a media voz a los de enfrente:
»—El oso empezará por su puta
madre, la de él, claro…»
El silencio no pudo tapar la observación y volvió a
hacerse espeso.
Así están las cosas.