Les parapluis Auguste Renoir (1883) |
Los días de lluvia y ventosos siempre han sido de negocio para los paragüeros. Me refiero a esos días de
sol y nubes otoñales en los que la
lluvia y el viento llegan inesperadamente. Los caballeros aguantamos bien las
rociadas, pero los peinados de las damas no. Lo de negocio es un decir, porque
en las paragüerías de antaño, las que ahora se ven cerradas, vendían paraguas
para toda la vida, o casi. No vendían muchos porque las modas apenas cambiaban
y, claro, el mercado se iba saturando.
Conocí por casa de mis abuelos unos de gabardina de algodón y un precioso
varillaje de madera, que hacían del paraguas un instrumento útil pero engorroso
por grueso, pesado y de resultado incierto al ser abierto. Los había de
señorita, que eran como de pitiminí, aptos más bien para dar que hablar. Más amplios y de tela
negra eran los de caballero; de tela azul los rurales. El primer cuidado a
tener cuenta era dejarlos a secar bien desplegados.
A las primitivas varillas de madera siguieron unas metálicas, de estrecha
chapa conformada, y nervaduras de alambre de acero que seguían el mismo
principio de funcionamiento, porque no cabe otro. Más tarde los tejidos
sintéticos en vez de la gabardina de algodón. El caso es que de estas
innovaciones pudieron vivir no solo el fabricante y el detallista sino también
los gitanos, las gitanas, más bien.
Cuando el tenaz viento o una racha inesperada te daba la vuelta al
paraguas, ya podías contar con que te lo había averiado. Una simpleza, pero
perdías un remache, un casquillo o se torcían las varillas y paraguas inútil. Entonces
recurrías a la gitana para que te lo arreglase. Dos días después la veías por
la ciudad abrazando una docena de paraguas para devolverlos a sus propietarios
y cobrar por su trabajo. Un negocio siempre urgente, simple y creo que no muy
remunerador, que aportaría algunas unas pesetillas para el puchero.
Pero los nuevos valores del crecimiento económico han dado al traste con
los paraguas para toda la vida, con las paragüerías y con el escaso negocio de
las gitanas. Ahora son los chinos los que lo han hecho suyo, vendiéndonos unos
adminículos que caben en cualquier sitio y muy baratos, como de quita y pon. Es
otra cultura, son los nuevos valores para usar y tirar. No se sabe bien hasta
cuando.