Ninot de Carlos Fabra (2016)
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Genial
expresión de Lorenzo Silva para
decir que «el español que nada espera ya de su esfuerzo honrado se arroja en
brazos del azar» y tienta la suerte lo mismo con los Ciegos que con la Lotería Nacional, a
riesgo de caer en la ludopatía. Ahora que se acerca la Navidad, los loteros con
fama o aquellas localidades donde más veces ha tocado el Gordo, se ven asediados
por quienes desean cambiar su suerte jugando un décimo, siquiera unas
participaciones, que les de un pellizco en el sorteo.
La cosa
económica está en crisis. Las rentas familiares muy disminuidas. La clase media
está hecha trizas y el dinero ahonda las diferencias e injusticias entre ricos
y pobres. Se vive sin muchas expectativas, con estrechez —o con menos— y ya sabemos que los tiempos en
que ésta se generaliza son propicios a la mezquindad. Se ha resentido
gravemente la familia y los valores que han quedado al uso son el dinero, el
éxito, la competitividad hecha guerra por todos los medios, la inmisericordia y
una ética risible, egoísta y manipulable. Ah, me olvidaba, y el culto al cuerpo
bien rasurado.
Pero
ante todo el dinero en la buchaca, que es lo que te hace más hombre, como le
adoctrinaba el cínico Iván a Javier, su desclasado amigo, profesor de
literatura en paro, estriper y gigoló de ocasión, en la desasosegante novela Hombres desnudos, de Alicia Giménez.
Y
mientras cada cual hace cábalas sobre lo que haría si le tocara el Gordo de
Navidad, a todos se nos ha metido como un sonsonete aquello de Juan Guerra
¡Ojalá que llueva
café en el campo!
Que caiga un
aguacero de yuca y té,
Del cielo una
jarina de queso blanco
Y al sur una
montaña de berro y miel
....
¡oh, oh, oh oh oh!
Que la
esperanza nunca hay que perder, que -como decía Julio Camba de los napolitanos- también preferimos vivir de la
imaginación, pero —ya nos dejó
advertidos Jardiel Poncela— «la mayoría de los sueños sólo se roncan».