sábado, 23 de julio de 2011

Pareciera cosa de hoy

Ahora, que es tiempo agudo de desempleo y de codazos por un quítate tú, que me pongo yo, me topo con esta redondilla, dedicada por el obispo-virrey y ahora beato don Juan de Palafox y Mendoza, navarro de nación por más señas, al marqués de Torres con motivo de un dictámen del primero sobre la vida cortesana en tiempos de Felipe IV de Borbón. Dice así:


Marqués mío, no te asombre;
ría y llore cuando veo
tantos hombres sin empleo
tantos empleos sin hombre.
La recoge Arteaga y Falguera en Una mitra sobre dos mundos... Sevilla, 1985, p. 50, que estoy leyendo precisamente en Fitero, en este año palafoxiano.

viernes, 22 de julio de 2011

El goce malévolo

Recuerdo a un concejal, que acabó maltrecho, tirado en la cuneta como bidón vacío de ciclista, que en el apogeo (¿paroxismo?) de su mandato confiaba a sus amigos de más confianza que había conseguido pensar una cosa, decir otra y aparentar una tercera, amén de cambiar de opinión cuantas veces fuera. Ahora lo suelo ver, añoso, arrastrando los pies por la ciudad, dedicado no ya a la bolsa, sino a la banca del parque que le acoge cuando luce algún rayo de sol. Hizo su parte de la Historia, pero nadie le homenajea por ello. Afirma que, si acaso, el municipio pagará una esquela con el consabido D.E.P. cuando fallezca.

Pienso que antes de envejecer será bueno instalarse en la azotea de la sociedad y desde ese mirador otear las componendas que se ofrezcan. Lo advertía Sándor Márai en boca del nonagenario protagonista de su afamada novela: «La vida se vuelve casi interesante cuando ya has aprendido las mentiras de los demás, y empiezas a disfrutar observándolos, viendo que siempre dicen otra cosa de lo que piensan, de lo que quieren de verdad…».

Aires meninos

Caoba con un cristal espeso, azogue caduco, luminosos reflejos, libros, ternos y relicarios que se intuyen, una tela al fondo pretendido trasunto de un venerable y beato... En fin, el traspunte destapado.

Entrelazos


El Monasterio cisterciente de Sta. María la Real de Fitero tiene una sala capitular que es una cucada. Conserva hasta la sillería anterior a la Desamortización del XIX. Es románica, de planta cuadrada, con nueve tramos de bóvedas de crucería que descansan sobre columnas. Los capiteles lucen una decoración vegetal de palmetas estilizadas o bien de piñas, arcos y hojas geométricas. Hay quien entre estas ve pequeños panecillos. Sin embargo, los capiteles de las cuatro columnas adosadas se muestran más toscos, con incisiones acanaladas. Tan solo uno, el que reproduzco, es una rareza antropomórfica: entrelazos agarrados por toscos puños que, señalan los expertos, son de estirpe mozárabe. Para mí que representa la fraternidad de la iglesia de Dios, al pueblo eternamente entrelazado, hermanado por una misma fe. Y me viene a la memoria el Libro de los Proverbios, donde se advierte: Frater qui adiuvatur a fratre quasi civitas firma (Prov. 18, 19), el hermano, ayudado por su hermano, es como una ciudad amurallada.

Me gusta tanto como significante, que lo incorporo como logo del blog.