miércoles, 21 de diciembre de 2011

¡Tanto que contar y compartir!


Llevo largo rato mirándola a metro y medio escaso de su faz. Se siente observada y no sostiene la mirada, que dirige al infinito. Una bella mujer de rasgos eslavos que espera, como yo, turno para una extracción de sangre.

Porte digno y educado, el arreglo de sus cabellos y su mirada la delatan como una mujer poco corriente, que un día no lejano se lanzó por necesidad a la aventura de dar con un trabajo allí donde todavía lo había y lo encontró. Sus manos aún conservan la finura de sus orígenes. No han hecho callo ni se han deformado, eran de señora, pero hoy son de trabajadora.

Viste, con elegancia modesta, género negro barato y un blanco bolso de plástico que sostiene baboso sobre sus rodillas. Todo con dignidad. No sé la entidad de sus desarreglos o si estará enferma de algo, pero me transmite paz. Puede ser mi esposa, o la tuya, lector.

Descuidadamente le robo su imagen, que ahora contemplo, pero no tengo permiso de su dueña para publicarla

Intuyo que tiene trabajo y poco dinero para su día y día. Incluso mandará a los suyos, pero estoy seguro que ha empeorado su condición. Tiene mucho que contar, pero ni es el lugar, ni hay tiempo, ni hemos creado antes un ambiente de confianza mutua en el que compartir. Oigo que los altavoces reclaman mi vez y ahí la dejo, aparentemente en paz.

¿Qué piensa ella de mí?

Aquí y ahora

Parroquia santos Emeterio y Celedonio

Lo importante del Belén es el pesebre, donde se resuelve el  misterio de la Encarnación, ante el estupor de José y los ojos saltones de la mula y el buey. Pero lo demás no es tan accesorio como pudiera parecer. Hay belenes que son una perfecta recreación del medio físico y la arquitectura israelita, me transmiten arte, pero frialdad. A mí me interesan los clásicos, los que reciben a la Sagrada Familia ahora y aquí, donde cada cual vive, porque en el fondo es así: vienen a nosotros,  a nuestros corazones, a nuestro ambiente, que es el que el niño o el mayor, o ambos, recrean en su imaginación, con sus medios y con su arte. Casi siempre distinguiendo entre el bien, que encarna el Nacido, y el mal, representado por el castillo de Herodes o los soldados del romano colonizador. Por en medio pululan las ingenuas gentes de buena fe — los llamados a conocer la Buena Nueva en nuestro corazón—  con nuestras cosas del día a día invernal, cerdos, gallinas corderos, palomas y patos por aquí y acullá…  Como el campo en este corro, que está siendo arado, porque es el tiempo, y los cardos fajados para que blanqueen, que están casi en sazón, para ser comidos en los días de Navidad, aliñados con un poco de jamón, el zumo de un limón, un poco de harina, aceite, agua y sal. Parco aliño para una exquisitez. Un Belén a la navarra este de Cizur Menor.