Si los españoles hiciéramos honor a nuestra historia tendríamos una
producción audiovisual y novelesca de hechos históricos inigualable. Las gestas
históricas han sido miles, pero nos hemos quedado con lo peor, con la más
atrevida ignorancia y con los complejos infundidos por nuestros envidiosos
rivales, que no pensaron sino e arrebatarnos el Imperio para expoliarlo y
tratar al indígena a cañonazos o al negro encadenado. Cuando los holandeses
hablan de la Inquisición española callan la calvinista que dio tormento a los
católicos en sus Países Bajos… En fin.

Blas de Lezo, alias mediohombre,
guipuzcoano de Pasajes, almirante la Armada Española en el siglo XVIII, de
quien en Inglaterra se prohibió hablar a los historiadores bajo pena de muerte,
porque era como mentar al demonio entre sus marinos, que yacen por centenares
en el fondo de los océanos. Al desastre de Cartagena se lo conoce entre los
ingleses como la guerra de la oreja de
Jenkins, una manera de echar tierra —mejor
agua de mar— sobre la tremenda derrota allí sufrida.
Tres siglos después empiezan a reconocerse los hechos de armas de Lezo,
tapados hasta hoy por quienes valían mucho menos que él, pero se atribuían las
victorias, bajo una dinastía que no hizo sino empobrecer España y al ser
español. Hoy mismo hay enanos que rechinan los dientes por el reconocimiento al
valor y al sentido del honor de Lezo.
(Nota en https://www.facebook.com/jazubiaur 28 de dicienbre de 2014)