martes, 14 de abril de 2015

Miel, cera y zartakos


Tata Mari nunca me dejó acercarme a las colmenas, porque no se debía molestar a las abejas. Primero, porque se les debía un respeto y, segundo, porque si te picaban todas a la vez significaría una muerte segura. No sería el primer caso. O sea que tenía prohibido terminantemente acercarme a ellas.

© Wikipedia Commons. John Serverns.
Siendo yo jovencito recuerdo que había colmenas en casi todos los caseríos, por lo menos un par. Algunas eran muy antiguas, de mimbre y barro, otras tenían panales horizontales. Los caseros las manipulaban a pelo, sin protección alguna, suai-suai y musitando palabras a las abejas. Lo cierto es que sacaban los panales sin que les picaran, ponían a escurrir la miel y luego fundían la cera virgen para hacer candelas. La miel filtrada, que estaba muy rica sobre rebanadas de pan con natas, era muy oscura o bien clara. Dependía de donde estuvieran las colmenas, si cerca de algún bosque o próximas a flores. Se dedicaba al consumo de la familia. Con la cera, de rico olor,  yo he visto encerar los suelos de tarima de roble y también hacer velas para ofrecer a la iglesia y bendecir en la Candelaria o para el Monumento eucarístico del Viernes Santo. También otras más finas, como de no más de un dedo meñique de gruesas, para enrollar y hacer las argitzaiolak, que se encendían sobre las fuesas de la casa en las Misas de cabo de año por cada familiar difunto.

Pero la curiosidad mató al ratón. Un día infringí la prohibición de Tata Mari, me acerqué a la colmena más próxima y, desde lejos por si acaso, metí un palo largo y fino por la piquera. Ama!, todas se me abalanzaron. Al salir corriendo conseguí cinco picaduras en la mano derecha, uno en el cuello y bastantes capones y zartakos por desobedecer y para que dejara de quejarme mientras me sacaban los aguijones en casa. La mano me creció como al doble. Tata Mari me tiró dolorosos imurtxis y hasta el boticario se permitió darme un pescozón “por tonto”, antes de aplicarme una pomada que me bajó la hinchazón, pero no me quitó el dolor.


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Cuando se calmó la cosa, al día siguiente, me explicó Tata que las erleak son animales domésticos, ganado como las vacas y las ovejas, y se les tenía por los nekazaris tanto o más aprecio que a éstas, por su producción de miel, de cera, de jalea y por algo atávico también. En tiempos pasados se decía que matar abejas era pecado y había muchos lugares donde, cual si se tratase de personas, se les llegaba a advertir de la muerte de los miembros de la familia, pues de lo contrario se creía que las abejas morirían y no habría velas que ofrecer al difunto. Si quien fallecía era el etxekojaun el aviso tenía su propio ritual, pidiendo a las abejas que hicieran  argitzarie suficiente, porque en la iglesia se necesitaría mucha luz. Por ejemplo, en Ziga se les exhortaba a ello diciéndoles “Argitzarie eitzatzue, berei argitzeko". Años después supe que Tata Mari tenía toda la razón y que tanta importancia han tenido los enjambres y colmenas en Navarra que están regulados por los propios Fueros y las costumbres del lugar. Ya digo, como si se tratase de personas.