martes, 20 de marzo de 2018

Dimorfismo sexual


Antes de que me empapelen por decirlo, no puedo menos que afirmar que estoy totalmente de acuerdo con la Academia —con ésta no están las instancias políticas ni otras— aunque yo no haya participado en el manejo biomédico de los genes. Para mi generación era una intuición y no tenía vuelta de hoja. 

Leo que una vez más resulta probado que la diferencia entre varón y mujer (la categoría “hombre” engloba a los dos sexos) no es sólo una construcción social y/o cultural, sino algo natural, consecuencia del hecho de tener dos mapas genéticos aproximados pero distintos.

Moran Gershoni y Shmuel Pietrokovski, del Departamento de Genética Molecular del Instituto Weizman, de Israel, lo han verificado tras examinar 20.000 genes codificadores de proteínas. El trabajo, por lo menos el  abstract background (https://doi.org/10.1186/s12915-017-0352-z), es bastante asequible para no especialistas.

Esta constatación biológica resulta poco menos que herética en una cultura postmoderna que viene sosteniendo lo contrario, haciéndo de ello una ideología que se impone por la fuerza de lo políticamente correcto, primero como una secreta alternativa al control de la natalidad mediante la destrucción de la familia y, segundo, de la ruina de la sociedad por el mismo medio.

La cuestión que me asalta es ésta: por imperativo legal, expresarse hoy  en estos términos en Canadá supondría si fuera el caso perder la custodia de los hijos. De donde se deduce que si fuera el caso los investigadores no podrían publicar el resultado de su investigación ni yo dar noticia de ella sin ser todos víctimas del "imperio” de la ley.


Puro totalitarismo, ¿ven?