jueves, 15 de marzo de 2018

San José


San José y el Niño, colección particular
Ya sé que lo es de la Iglesia Universal, entre otros patronazgos, pero los padres (varones) de seminaristas y clérigos diocesanos deberíamos tener por patrono a san José, el "Santo del Silencio", porque como ocurre con el santo— no se nos conoce porque no se nos trata. Sin embargo, no deberíamos pasar desapercibidos, ya que al menos —como el artesano de Nazaret— hemos acudido a atender las necesidades materiales de nuestra familia. Cuanto menos, hemos intentado hacer lo que tocaba.

Esto que reflexiono viene a cuento de un dicho de los interfectos sabiendo para sus adentros que dicen verdad—, que “la madre de un cura debería morir una hora después de éste”, como muy pronto.

Y me lleva a reflexionar también acerca de la calidad de sus estudios filosóficos, mejor todavía, de la teoría de la causalidad, caída en saco roto: “quien es causa de la causa es causa del mal causado”. O del bien, decíamos. ¿Dónde estarían aquéllos si no hubiera habido una primera causa biológica de su ser?

E incluso de los teológicos, me refiero al concepto trinitario de Dios: Padre, Hijo y “Pneuma”.

Menos mal que uno es consciente de su ser y dignidad como persona y, al menos, esto queda para rumiar en las silentes soledades. Cuando, entre los cipreses, das la frente al cielo y si pudieras pensar recordarías: “Sic transit gloria mundi”.


Soy hijo de Dios, los zánganos solo criaturas.