Es raro que estuviera realmente aburrido, cansado de aburrimiento.
Con esa sensación horrible de acedia que te arruga el alma y sientes que
careces de recursos para salir de ella: ya no puedes leer más, ni pasear, ni
escuchar música… Estás harto y te prescribes la única fórmula magistral para
salir del atasco: alguien que se preste o algo que te distraiga.
Así di con la película La
ladrona de libros, The Book Thief,
dirigida por Brian Percival, sobre una adaptación cinematográfica basada en la
novela del mismo título, cuyo autor es el australiano Markus Zusak, nacido Branko Cincovic y de origen austro-germano,
hijo de un doblemente perdedor emigrado a las antípodas.
Cierto es que estoy harto de las reiteraciones sobre la Shoáh. Sin embargo las
reseñas del libro de Zusak me presentaban una obra singular: una historia civil
que se desenvuelve en la retaguardia nazi, narrada en primera persona por la Muerte.
Es la historia de Liesel Mamminger, una niña de 9 años acogida por una familia
obrera durante la Segunda Guerra Mundial. Una vida mísera que resulta
entrañable.
No puedo calificar la fidelidad del guión cinematográfico
con la novela, pero sí la interpretación de los personajes: no se si quedarme
con la niña Liesel (Sophie Nélisse) o con Hans ( Geoffrey Rush), su padre. El
papel de Rosa, la más que adusta madre de acogida, a quien le acompaña su
propio gesto, lo borda Emily Watson. Sin destripar nada digo que será la
historia que la propia Liesel está escribiendo la que le salve la vida.
No tengo lágrima fácil y veo las películas “desde fuera”…
Pero se me desarrugó el alma.
¡Ah, tengo encargada la novela!
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