¡Diantre!
exclamaban mis abuelos y mi madre cuando algo les salía mal, perdían alguna
cosa y no daban con ella, gozaban de una contradicción o recibían un exabrupto
inesperados. Era una interjección que aludía en mofa al diablo Cojuelo,
enredador, travieso y hacedor de entuertos, quien se los deparaba sin que ello
acabara en verdadero enojo o desesperanza que les llevara a echarse a todos los
demonios. Diantre, es un diablo menor de la corte del mismísimo Satán, espíritu
del mal. Pero el Cojuelo tiene tradición satírica en nuestra cultura desde el
siglo XVII.
¡Diantre!
decían mis abuelos, por ejemplo, cuando la tostada les caía del lado de la
mantequilla. Mi abuelo se hubiera reído de haber conocido la empírica ley de
Murphy, pero no hubiera compartido el carácter determinista del corolario de
Finagle, a pesar de haber tenido buenas “razones” para ello, porque nunca pudo
creer en la perversidad del Universo.
Pero
hoy en día todo el mundo parece estar echado a los mismísimos demonios y ya no
exclama ¡diantre! Sino, como poco, se caga en la puta. ¡¡¡Mecagüen la puta!!!
No se sabe en cual de ellas. En una de sus acepciones parece ser exclamación paroxística consecuencia necesaria de la Ley de Murphy y de sus
corolarios. ¿Quién podría decir que cualquiera de los energúmenos, que hacen
gala de su soez decir, celebra ignorante la entropía antes de caer en su
desespero? Además, ¿no es expresión del más vulgar e incorregible machismo?
Cagarse
en la puta no conjura ningún mal, no reviste al que lo exclama de una especial
agresividad. Vamos, que la interjección no acojona a nadie. Sí dice muy poco de
la educación y del respeto hacia los demás. Se incluye entre esas palabras que
decimos son soeces, es decir, inapropiadas, groseras u ofensivas en nuestra
cultura. No me vale la hipocresía del melindroso mudo pu** o de la pixelización
de la boca del vociferante. Para mí que es como esa norma yanki que impone la
bolsa de papel para ocultar la petaca de licor con la que el gringo está
agarrando una mierda de las que no te veo por las streets de cualquier ciudad.
Me
quedo con el ¡diantre! de mis abuelos. Evidencia por lo menos fe en las cosas de Dios.
R. PARIS, La ofrenda de Mefistófeles. Museo Art Nouveau y Art Deco. Salamanca. |