Años
ha que comenzó el resto de sus días y no conoce el orden. Pasa por pruebas y
temores. No ha sido capaz de hacer descansar ni su cuerpo ni su alma. No llega
a congratularse con su presente, hecho de gracias y errores, en el que
predominan melancolías tan largas como su vida misma, sempiterna tentación.
Desilusiones sinsentido, que le han limitado como lo hace su creciente dolor. Conoce
sus obsesiones, vive por ellas aturdido y por el barullo que aborrece. Tiene abandonados
el chic y la vida social. Nunca
indiferente, con una sensibilidad a flor de piel, no sabe cómo querer y ha
hecho del amor una imaginación.
No
supo encontrar tarea digna a la que sumarse, ni de crearla con su trabajo. Ni
alegre ni asequible, le dio la vuelta al pulpo aún no sabe si por convicción o
por concupiscencia. No obtuvo riquezas, pero sí agobios y sabe que no podrá
llevarse nada de aquí y que pagará con cuanto tenga. Se siente ulceroso bajo
ropajes de grandilocuencia y ha sido fiel a Dios en la medida en que lo es un
cristiano muy corriente, debatiéndose entre la traición y el arrepentimiento.