Creo
que fue Ramón Gómez de la Serna quien organizó un homenaje a don Nadie, personaje
que ajustaría con ese a quien Miguel de Unamuno calificaba como “idiota” (del griego “idios”, privado, uno mismo), es decir —añadía—,
“uno que no es concejal ni de la junta
del Casino”. Está claro, el homenajeado aquél sería un particular, un
individuo, un prójimo corriente y moliente, un gorrilla. Pienso que se
excluirían por sí mismos los famosillos de medio pelo y a las gentes vulgares
con demasiado dinero, poca educación y mala clase, por trepas y
autosuficientes. Esto podría ocurrir así en aquel prolífico novecientos, porque ahora todo el mundo
es o quiere ser algo, aunque sea presidente de la comunidad de vecinos. Y
claro…
Recuerdo
haber visto en alguna feria un taco de madera que se ofrecía a los visitantes
donde, bajo módico precio de cinco pesetas y un regalo vulgar para el que
triunfase, clavar de un solo golpe un grueso clavo. Concurrían todos los que se
las daban o suponían ser forzudos y no estar herniados. El feriante iniciaba
con dos golpecitos la clavazón, para que se tuviese el clavo en pie, que
quedaba desde entonces a merced del energúmeno pagano, armado con una maza. El
puesto debía ser negocio, porque apenas algún clavo había sido hundido hasta la
cabeza. Ahora que lo pienso, el tarugo resultaba —en el sentido inverso del golpe,
del lado de las puntas— como la sociedad misma, unos más arriba otros más
abajo, según la suerte que te hubiera tocado en la vida, es decir en el taco.
Pero
yo no creo en eso. La suerte te la buscas tú con tu esfuerzo. Cierto que intervienen las circunstancias, pero no son
definitivas. A Dios rogando y con el mazo dando. ¿Y si le diéramos la vuelta al dicho popular?
Con el mazo dando y a Dios rogando. Resulta menos eufónico, parece lo mismo, pero
para mí que es más real. El del mazo eres tú.
El idiota |