[Traigo esta entrada en Facebook, del 12 de junio de
2010, para dar unidad de pensamiento a estos Papeles de Aranbide, aunque
sea de modo desordenado en el tiempo]
Hace unos días pudimos escuchar en la UNAV a Domingo Cavallo, ministro que fuera de economía en Argentina entre los años 1991-1996 y 2001, en los gobiernos del primer Menem y de la Rúa, cuando hubieron de tomarse medidas altamente impopulares, que afectaban a la convertibilidad de la moneda, para que no quebrara el país. No habló de sí, sino de las circunstancias de su mandato, y sí que hizo parangón entre la “Iberoamérica centenaria y la crisis europea” actual. Dos fueron las afirmaciones que anoté: Primera, que “España se enfrenta a problemas muy parecidos a los que tuvimos en Argentina durante los años 1999 y 2000, pero está mejor posicionada [en el seno de la unión económico-monetaria europea] para evitar una crisis como la nuestra”. Segunda, que “el endoso dialéctico del problema económico al gobierno saliente no allega los recursos materiales [y morales, añado yo] que forzosamente han de ser aplicados para su solución”. Vaya, que no basta con remover al gobierno por mucho placer que de ello se obtenga.
Pero hace un par de días otro argentino, de apellido Vitali, escritor “disidente” según se autocalifica, me ha suscitado otra cuestión, fruto de su experiencia, que no es baladí: sin dinero se puede vivir, pero no sin comer. Los argentinos se quedaron sin dinero, pero comen porque su país produce alimentos suficientes. “Por eso me preocupa la situación actual de España, porque allá ―escribe― están mas cerca que nosotros del capitalismo, y la división internacional del trabajo perjudica la producción de alimentos en España”, víctima que pudiera ser ―digo yo― de una política agraria común siempre mal negociada.