Igual
no te sirve lo dicho. Hay incluso quien se molesta porque le saquen a Dios a
colación como si fuera el Gran Solucionador, lo cual no es cierto. Bien. Otros
entendemos que el tema de Dios es inevitable, porque si se prescinde de Él no
se puede entender al ser humano. Sin Dios —decía Navarro Valls—el hombre es
simplemente un “animal ingenioso”. Pero dejémoslo si quieres.
A
finales de los 90 comenzó el lustro prodigioso, que sería seguido por la década
de la codicia y del cataclismo. Hoy la salud social es mala y hay motivos para
no ser optimista. El sistema está podrido, no parece estar a la altura de las
circunstancias que vivimos. Nadie pide aventuras, sino cada vez más seguridades.
Actualmente, podríamos decir, hay más súbditos que ciudadanos, más gentes
pasivas (consumidores) que no gustan de arriesgar nada, incluso ni dar su voto a quien le promete un cómodo «dame tu voto, que yo hablo por ti» o «tu sólo votas, yo gobierno».
El
dinero es la medida de todas las cosas. La vida está mercantilizada y, además,
ideologizada no desde el pensamiento, sino —en atinada expresión— «desde las vísceras». El euro es más
palpable que las ideas. En una atmósfera de crisis generalizada, aquella
combinación es explosiva y su resultado produce indignación en los individuos, que se muestran —¡al mismo tiempo!— tiranizados
pero silenciosos e impotentes; desorientados, removidos en sus cimientos y
seguridades; desanimados y pesimistas; incapaces de mostrar alegría; bajo el
síndrome del acabamiento; buscadores de alivio en lo que sea para esconderse
tras él.
Galeotes La Real. Museo Marítimo de Barcelona. Wikimedia Commons |
Decía
Montaigne que no hay tiranía que se sostenga sobre otra cosa que no sea la complacencia
de los tiranizados. Sacudírsela usando la violencia parece descartado, como la
desobediencia civil. Vence hoy aquello que Tierno Galván llamó «radicalismo estético», que reclama una
democracia alternativa y acaba pidiendo más presupuesto y planes sociales. Así
interpreto yo los últimos resultados electorales.
Y,
sin embargo, a pesar de la trivialización de la vida pública, del miedo
ciudadano y de todas las falsedades y falsarios, creo que los mejores días son
los que están por llegar. Se lo han de proponer nuestros hijos.
La esperanza
no muere, solo duerme en el alma del pueblo.