sábado, 5 de noviembre de 2011

La Beni


La Beni se gana parte de su vida limpiando panteones. En llegando el tiempo de Difuntos nos pide una excedencia, porque tiene no menos de sesenta abonados a los que limpiar y lavar las lápidas familiares. Tiene experiencia desde niña en ello, no en vano se crió entre malvas, porque su padre, enterrador, tenía derecho a casa-habitación en las instalaciones del cementerio municipal, trazado a cordel y con sus espacios verdes y todo.

De niño, a quien más conocí en el cementerio fue a su capellán, don Macario, que vivía con una hermana soltera, que le hacía de ama, en unas amplias habitaciones también municipales. Era de bonete romano, carlistón y conservaba el carácter trabucaire de su juventud. Solíamos llegarnos hasta su casa paseando en domingo, de la mano de mi padre. Allí nos daba para el almuerzo huevos fritos de casa, puestos por unas gallinas que debía tener en algún lugar por ahí y que mi padre decía por impresionarnos que picoteaban entre los huesos humanos descubiertos por las sucesivas mondas. Nada más falso, porque en el cementerio de San José no se dejaba ver ni un hueso, humano ni de fruta. Sólo rodaban por el suelo las piñas de los altos y reverenciosos cipreses y, en algunos rincones, manzanicas de pastor, porque algunos carnarios se adornaban de rosales silvestres. Ahora, de mayor, justo sé quién es el polaco que oficia como capellán y cada día reconozco más nombres en las lápidas; los cipreses tienen bastantes más palmos de altura y los rosales se han hecho agrestes sobre tumbas sin sucesores que revertirán sin remisión al patrimonio de la ciudad. Es la vida.

Volviendo a la Beni “mi” Beni, dice mi mujer, tiene oficio para los difuntos pero menos para mi casa. Le sobra voluntad y nos es muy fiel desde que, jovencita, criara a nuestros hijos con biberón. También es atolondrada, fisgona y muy rompedora, por imprevisión y unas manos como tenazas enemigas de Sèvres y Bohemia. Eso sí, ¡cómo cocina las verduras de la huerta! ¡Con qué ciencia maneja el aceite virgen, los sofritos de ajos, las cebollas pochadas y las patatitas, ligando unas salsas ¡para chuparse los dedos! ¿Y los platos de cuchara…? Salvo que tengan carne, que la destroza, por lo que deduzco, macabro, que de lo que de verdad entiende es de huesos.