sábado, 5 de abril de 2014

Diez por uno


Cuanto menos tengo más me confieso partidario de la natural sostenibilidad: no estropear, reponer de inmediato... «Mil árboles que crecen hacen menos ruido que un árbol que se derrumba», dicen los delicados japoneses. Amo el verdor y me duele la tala de mis altísimos abetos blancos, los robles señoriales, las hayas de respeto, los retorcidos olivos de mis bosques y olivares. Me duele como una amputación. Diez por uno era la regla en el pueblo donde tantos años veraneé. Quien necesitaba talar un árbol del bosque se veía obligado a plantar diez de la misma especie, donde el montero le dijera. Me duelen los míos de Orgi, de Irati, de Leitzalarrea, de Arróniz… porque están cerca, porque son míos, porque sólo se posee la tierra donde se permanece.

Pero la Tierra entera también es mía, por eso me duele la sobreexplotación de las selvas africanas, amazónicas... Antes, las empresas y cualquiera debían aportar bien común. Ahora les basta con sacar pasta.