viernes, 4 de abril de 2014

Viejo pasado


Durante largos años no he sabido sujetar mi magín y detener su agotador revoloteo. Tampoco sobreponerme a la perentoriedad del día a día, de modo que tampoco he podido expresar mi vida interior como literatura, salvo por algún raro casual y casi siempre para mi coleto. Y aunque sepa expresar mis sentimientos, tampoco soy muy dado a hablar: escucho, observo, rumio y, si las tengo, guardo las palabras para mi o, á lo sumo, para quienes están donde yo estoy o conmigo, aunque discrepen. Solo muy de vez en cuando tengo la oportunidad de romper mi silencio para fuera; entonces noto que causo estupor, porque digo de lo mío, de mis experiencias e intuiciones, de lo que he podido trabajar en mí, casi siempre contra corriente.



La cuestión no es enseñar a los demás, sino aprender. Por eso se dice que el protagonista de la educación no es el maestro, sino el alumno. Yo aprendo de todo el mundo que tenga algo que enseñar al decir, tanto de lo positivo como de lo negativo.