A los más jóvenes
pudieran parecer legendarias las circunstancias del martirio de Maximiliano María Kolbe OFM Conv ( en el mundo Rajmund Kolbe), quién
se entregó por amor a una muerte cierta en el campo de concentración
de Auschwitz. Kolbe, franciscano conventual, sustituyó al décimo
preso de los diez condenados a morir de hambre por la fuga de otro prisionero
del campo de concentración. Como sobreviviera a todos los condenados, finalmente fue
asesinado con una inyección de cianuro. Era el 14 de agosto de 1941. Hasta aquí lo conocido.
Menos se sabe que estaba doblemente
doctorado en Derecho canónico y en teología y que su espíritu mariano le llevó a fundar en Polonia la "Ciudad
de la Inmaculada", una gran organización que disponía
de dos periódicos y hasta de una emisora de radio. A uno de los periódicos
lo implantó también en Japón, precisamente en
la ciudad de Nagasaki.

Hace ya algún tiempo que estuve unos días en Szczecin, una preciosa ciudad en la orilla derecha del Oder,
en la Pomerania polaca. En los años del
III Reich se la llamo Stettin y fue literalmente laminada por los bombardeos
aliados, hasta que hecha la paz volvió a
ser polaca y renacer de sus cenizas. Hay en ella una gran iglesia catedral
dedicada a Santiago el Mayor, cuya fábrica
de altas naves gotizantes es totalmente de ladrillo rojo. Entre sus muros hay una
escueta capilla, pero singular. Esta cerrada por una verja, remedo de las
alambradas que rodeaban los campos de exterminio nazis. No tiene santos de
bulto, tan sólo una desmedrada silueta humana en bajo relieve que
representa, brazos caídos, a los famélicos
prisioneros que quedaban del lado de dentro de la alambrada y tenían los días
contados. En su pared frontal están
escritos los nombres de todos los campos nazis de prisioneros y, en una
vitrina, un estandarte con el triángulo
rojo invertido con la P que representaba que el portador era prisionero. Las
vidrieras de la capilla son más
explícitas, pues muestran a oficiales de las SS apaleando y
ejecutando prisioneros. Hace ya unos años
de esta estancia mía
en Szczecin y no recuerdo bien si en la misma capilla colgaba
otro estandarte con el retrato de San Maximiliano Kolbe y la fecha de su
canonización (10.X.1982), bajo el pontificado de su compatriota
Juan Pablo II. Para mí, pensar que tanto a las ceremonias de beatificación como de canonización asistiera el prisionero por él salvado, Franciszek
Gajowiczek, me da escalofríos y pie para meditar, como lo hice largamente, que el amor humano llega hasta
la muerte, por la gracia de Dios.
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