sábado, 7 de agosto de 2010

Cosas inauditas no por falta de oídos, sino de dicentes

Noche cerrada de marzo frío y ventoso. En un aula infantil estamos dieciséis parejas, incluidos los ponentes, dos “repetidores” y veintiocho pretendientes, desde ingenieras industriales a peones de cantera; la mayoría autóctonos, también un francés y una mexicana. Son hermanos en la fe y están dispuestos a contraer conforme a los cánones. Es un buen número para un cursillo de preparación al matrimonio en el Mendialde navarro.

Algo está fallando garrafalmente en nuestra sociedad, y es la fundamentación antropológica de los conocimientos recibidos, en la familia y en la escuela. La gente no sabe por dónde se anda. Empezando por el principio: quién es el hombre, como es el hombre, para qué de la vida del hombre. Parece que haces política al afirmar la radical igualdad y dignidad entre el varón y la mujer, personas libérrimas, completas y complementarias también. Te miran raro cuando afirmas que hay dos formas de realizarse en este mundo como persona, en tanto que varón o como mujer. Y sin embargo, conforme les hablas, van atando cabos sueltos y del estupor pasan a la mirada connivente y al sutil cabeceo aprobador, conforme van comprendiendo que todo tiene que ver con todo, me refiero a las expresiones de lo humano.

Antropología del matrimonio que lleve a explicar las vidas matrimoniales fracasadas