sábado, 18 de diciembre de 2010

El talento postrero


Se me ocurrió una tarde de verano de 2003, a las 20,22 horas, que si le inyectaramos talento, confundiríamos al sistema y nadie sabría a qué atenerse, porque tendría que dejar de aplicar los métodos y herramientas supuestos ad hoc y forzosamente innovar. ¡La revolución!. Pasaron los días del estío de un año y otro y  optamos, sin saberlo, por dejarlo como estaba en su áurea mediocridad. Estamos ahora en sus postrimerías.