Ocurre que hay algo que caminando por trochas y veredas da esplendor a
cuanto existe. Es —lo observó el viejo Chesterton— la ilusión de encontrar algo
a la vuelta del camino que aquí discurre entre fresnos y avellanos, hayas y castaños,
olmos y abedules. Algo inesperado. Puede ser que topes con la erreka, o se abra el paisaje y te
muestre un horizonte de brillantes colores; quizá no, sino un pequeño erizo en
busca de su lombriz; o unas setas que ayer no estaban allí; o ardillas que se
afanan con los últimos frutos del bosque; o raras torcaces que vislumbraron
bellotas entre los robles y se disponen a descansar; o un espantadizo corzo o al huraño jabalí. Puede
ser que sólo te mires la mano y, viendo la perfección de su movimiento, te
encuentres a ti y repares en que eres único e irrepetible. Tú mismo. Y todo en
paz, aquí.
(Publicado en lovelybaztan.com 26 noviembre de 2014)