Mi sauce no es mío, sino del común, pero hace años que lo prohijé. Es
enorme, nunca lo han podado y sus hojas llegan hasta el suelo. Lo hice mío porque
tiene un punto de gran melancolía, como la que entonces me aquejó. Gran
melancolía y soledad que —dicen— llevan
hasta la tristeza y el abatimiento. Es una enormidad vegetal desparramada por
el suelo. A cuatro pasos de él está la
Fuente del Hierro, donde las pálidas cloróticas de la ciudad acudían a beber su
prescripción hace un par de siglos.
Pena y tristeza. Cantaban los israelitas en su destierro: «Junto a los ríos de Babilonia,/ nos
sentábamos a llorar,/ abandonados de Sión./ En los sauces de las orillas/
teníamos colgadas nuestras cítaras./ Allí nuestros carceleros/ nos pedían
cantar,/ y nuestros opresores, alegría:/
“¡Canten para nosotros un canto de Sión!”/¿Cómo podríamos cantar un canto del
Señor/ en tierra extranjera? ». (Ps. 137)
Los sauces al borde del agua han sido
símbolo tradicional de mujeres abandonadas por sus amantes. También del luto amoroso, como en Otelo de W. Shakespeare, cuando el personaje canta dolorido al sauce: «The poor soul sat sighing/ by
a sycamore tree;/ sing willow, willow, willow;/ with this hand in his bossom/
and his head upon his knee./ Oh, willow, willow, willow,/ shall be my garland./
Sing all a Green willow,/ ay me, the Green willow/ must be my garland.» (El pobre desdichado/ se sentó a lamentarse/ bajo un
árbol cercano./ Cántame, sauce, sauce./ En el pecho una mano/ y la otra en la
cara./ Oh sauce, sauce, sauce./ Sauce, sé mi guirnalda./ Cantad al verde
sauce./ Ay de mí, el verde sauce/ debe ser mi guirnalda.)
Lindísimo es el chamamé correntino del argentino Rodolfo Regúnaga, cuando
el cantor explica al sauce la causa de su desamor: «Bajé hasta la costanera y vi que un sauce lloraba. Para saber qué
tenía pregunté qué le pasaba. Me dijo que a él le extrañaba no verla más de mi
mano caminar junto a la orilla mojando sus pies descalzos. También dijo que
extrañaba los besos que ella me daba, sentados bajo su fronda en las noches
estrelladas. No llores sauce si ella no viene, se fue a un lugar desde donde
dicen que no se vuelve. No llores sauce, no fue tu culpa, tampoco mía, sólo el
destino tuvo que ver.» (http://youtu.be/zhDZXpQB2eY)
Mi sauce ha llorado hasta quedar hecho un no sé qué desnudo, triste y
lánguido. Le digo adiós hasta la primavera, mientras ve a su vera pasar jóvenes
pasiones, pensamientos y desolaciones de los chicos que a sus facultades van
con pie apresurado, salvando el desapacible viento que a los rostros castiga.