viernes, 14 de noviembre de 2014

Se requiere chusma


Los galeotes.
Carnaval de Cádiz, 2001
Desarbolada la nave del momio y a merced de las olas, que se cuelan por las vías de agua, los reclutadores en tierra dan voces requiriendo nuevos remeros para que lleven la nave a tierra. A tierra para encallarla y siquiera salvar los pertrechos, porque nadie ha habido, ni en el gobernalle ni en las velas, que supiera llevarla a buen puerto. El señuelo es patriótico y te muestran el torrotito que aún se tiene, antes de que lleguen los otros. Pero si levantas la vista al puente aprecias que hay un mogollón de mudos pasajeros, que se dan puñadas para agarrarse donde fuere.

El pueblo ya no es remero porque se ha reconocido galeote, atado al banco y al remo, maltratado a latigazos, a pan y agua y callado hasta reventar. Se ha reconocido vil chusma entre quienes se beneficiaban de su esfuerzo. Mal momento para reclutar y, además, con exigencias de limpieza de sangre por parte de quien no la tuvo que demostrar. En confianza, te dicen: mira, tu te apuntas y serás bienvenido. Luego serás interrogado por un cualquiera y palpado hasta tus rincones más íntimos, a fin de evaluar si tienes unas grandes bolas que garanticen tu efectividad con el remo; habrás luego de demostrar de dónde vienes y a dónde vas y si conoces lo que te traes entre manos y, sobre todo, jurar —o prometer, pienso— que serás obediente y bueno. Pero no se te encoja el ombligo, que todo lo haremos nosotros mismos, que sabes que tenemos experiencia acreditada.


Pero sospechas que en la oficina de reclutamiento esconden algo, porque nadie habla de los pasajeros que has visto, y cuando ingenuamente preguntas cuál es la retribución del remero te responden que el mero hecho de serlo y el honor de servir al rey.