jueves, 5 de junio de 2014

Ciudadano de porvenir, y 2


Igual no te sirve lo dicho. Hay incluso quien se molesta porque le saquen a Dios a colación como si fuera el Gran Solucionador, lo cual no es cierto. Bien. Otros entendemos que el tema de Dios es inevitable, porque si se prescinde de Él no se puede entender al ser humano. Sin Dios —decía Navarro Valls—el hombre es simplemente un “animal ingenioso”. Pero dejémoslo si quieres.

A finales de los 90 comenzó el lustro prodigioso, que sería seguido por la década de la codicia y del cataclismo. Hoy la salud social es mala y hay motivos para no ser optimista. El sistema está podrido, no parece estar a la altura de las circunstancias que vivimos. Nadie pide aventuras, sino cada vez más seguridades. Actualmente, podríamos decir, hay más súbditos que ciudadanos, más gentes pasivas (consumidores) que no gustan de arriesgar nada, incluso ni dar  su voto a quien le promete un cómodo «dame tu voto, que yo hablo por ti» o «tu sólo votas, yo gobierno».

El dinero es la medida de todas las cosas. La vida está mercantilizada y, además,
Galeotes La Real. Museo Marítimo de Barcelona. Wikimedia Commons
ideologizada no desde el pensamiento, sino —en atinada expresión— «desde las vísceras». El euro es más palpable que las ideas. En una atmósfera de crisis generalizada, aquella combinación es explosiva y su resultado produce indignación en los individuos, que se muestran —¡al mismo tiempo!— tiranizados pero silenciosos e impotentes; desorientados, removidos en sus cimientos y seguridades; desanimados y pesimistas; incapaces de mostrar alegría; bajo el síndrome del acabamiento; buscadores de alivio en lo que sea para esconderse tras él.

Decía Montaigne que no hay tiranía que se sostenga sobre otra cosa que no sea la complacencia de los tiranizados. Sacudírsela usando la violencia parece descartado, como la desobediencia civil. Vence hoy aquello que Tierno Galván llamó «radicalismo estético», que reclama una democracia alternativa y acaba pidiendo más presupuesto y planes sociales. Así interpreto yo los últimos resultados electorales.

Y, sin embargo, a pesar de la trivialización de la vida pública, del miedo ciudadano y de todas las falsedades y falsarios, creo que los mejores días son los que están por llegar. Se lo han de proponer nuestros hijos.


La esperanza no muere, solo duerme en el alma del pueblo.