viernes, 13 de junio de 2014

El hombre que enmohecía


Años ha que comenzó el resto de sus días y no conoce el orden. Pasa por pruebas y temores. No ha sido capaz de hacer descansar ni su cuerpo ni su alma. No llega a congratularse con su presente, hecho de gracias y errores, en el que predominan melancolías tan largas como su vida misma, sempiterna tentación. Desilusiones sinsentido, que le han limitado como lo hace su creciente dolor. Conoce sus obsesiones, vive por ellas aturdido y por el barullo que aborrece. Tiene abandonados el chic y la vida social. Nunca indiferente, con una sensibilidad a flor de piel, no sabe cómo querer y ha hecho del amor una imaginación.


No supo encontrar tarea digna a la que sumarse, ni de crearla con su trabajo. Ni alegre ni asequible, le dio la vuelta al pulpo aún no sabe si por convicción o por concupiscencia. No obtuvo riquezas, pero sí agobios y sabe que no podrá llevarse nada de aquí y que pagará con cuanto tenga. Se siente ulceroso bajo ropajes de grandilocuencia y ha sido fiel a Dios en la medida en que lo es un cristiano muy corriente, debatiéndose entre la traición y el arrepentimiento.

- 2014 -