lunes, 16 de junio de 2014

Diantres


¡Diantre! exclamaban mis abuelos y mi madre cuando algo les salía mal, perdían alguna cosa y no daban con ella, gozaban de una contradicción o recibían un exabrupto inesperados. Era una interjección que aludía en mofa al diablo Cojuelo, enredador, travieso y hacedor de entuertos, quien se los deparaba sin que ello acabara en verdadero enojo o desesperanza que les llevara a echarse a todos los demonios. Diantre, es un diablo menor de la corte del mismísimo Satán, espíritu del mal. Pero el Cojuelo tiene tradición satírica en nuestra cultura desde el siglo XVII.

¡Diantre! decían mis abuelos, por ejemplo, cuando la tostada les caía del lado de la mantequilla. Mi abuelo se hubiera reído de haber conocido la empírica ley de Murphy, pero no hubiera compartido el carácter determinista del corolario de Finagle, a pesar de haber tenido buenas “razones” para ello, porque nunca pudo creer en la perversidad del Universo.

Pero hoy en día todo el mundo parece estar echado a los mismísimos demonios y ya no exclama ¡diantre! Sino, como poco, se caga en la puta. ¡¡¡Mecagüen la puta!!! No se sabe en cual de ellas. En una de sus acepciones parece ser exclamación paroxística consecuencia necesaria de la Ley de Murphy y de sus corolarios. ¿Quién podría decir que cualquiera de los energúmenos, que hacen gala de su soez decir, celebra ignorante la entropía antes de caer en su desespero? Además, ¿no es expresión del más vulgar e incorregible machismo?

Cagarse en la puta no conjura ningún mal, no reviste al que lo exclama de una especial agresividad. Vamos, que la interjección no acojona a nadie. Sí dice muy poco de la educación y del respeto hacia los demás. Se incluye entre esas palabras que decimos son soeces, es decir, inapropiadas, groseras u ofensivas en nuestra cultura. No me vale la hipocresía del melindroso mudo pu** o de la pixelización de la boca del vociferante. Para mí que es como esa norma yanki que impone la bolsa de papel para ocultar la petaca de licor con la que el gringo está agarrando una mierda de las que no te veo por las streets de cualquier ciudad.

Me quedo con el ¡diantre! de mis abuelos. Evidencia por lo menos fe en las cosas de Dios.

R. PARIS, La ofrenda de Mefistófeles. Museo Art Nouveau y Art Deco. Salamanca.