sábado, 3 de diciembre de 2016

La fosa común



Con la locura que estamos viviendo, desencadenada por los filisteos que sacan tajo avivando su —solo la suya— “Memoria Histórica”, no se me ocurrirá ponerme en una postura “frentista”, que es la que desean, pero tampoco adoptaré la del apaleado por la sistemática mentira de quienes pretenden darle la vuelta a una Historia que aconteció, que está ya escrita y cuyo protagonista —para más irrisión— se murió en la cama.

Los que hoy se llaman "antifascistas", al avocarse la sucesión (¿!) de quienes encarnaron el Frente Popular en 1936, han se asumir la parte de la historia que les corresponde de las atrocidades cometidas en la mayor persecución sufrida por la Iglesia católica en los tiempos modernos.

Estoy en Valencia, tierra para mí de amor y también desgracias. Sólo tal día como hoy, el 24 de noviembre de 1936, se le contabilizan 12 mujeres mártires —de las de altar—, sin contar los laicos que también fueron asesinados por cualquiera de los motivos que pasaron por las cabezas de sus captores. Son 12 Carmelitas de la Caridad (Vedrunas) del Hospital de Valencia. Este caso muestra cómo se trató por la fuerza de borrar toda “antigualla de religión” desde que se impuso el Frente Popular, en febrero de 1936, y fueron “barridas” dos meses antes de estallar la Guerra. Por cierto, siete de ellas eran vascas.

Desde 1858 y por petición de Isabel II al obispo de Vic José Castanyer, en la Real Casa de Misericordia de Valencia (la antigua, de la que por todo resto queda un santuario de estilo bizantino en la calle Pintor Zariñena) las carmelitas de la Caridad se ocupaban de un asilo de ancianos, niños y jóvenes desvalidos de ambos sexos. A partir de la victoria del Frente Popular, la Diputación de Valencia decidió prescindir de las 37 religiosas.

El 20 de febrero de 1936, en la Casa de Misericordia estalló un motín, con chicos rompiendo puertas y cristales, irrumpiendo en las clases de las niñas, golpeando a las religiosas y profanando algunas imágenes. Incluso ancianos asilados apedrearon ventanas y tiraron la comida al rostro de las religiosas. Las mujeres, en cambio, defendieron la clausura con piedras y escobas. El 12 de mayo se decretó su sustitución por personal femenino civil, que les fue presentado el 4 de junio: 68 mujeres cuya inspectora expuso así su programa: “Necesito ante todo barrer toda antigualla de religión”. La iglesia del asilo se había cerrado en marzo, y las carmelitas rezaban en su oratorio privado.

El 22 de julio celebró el capellán José Legua la última misa. Las carmelitas se fueron yendo a un piso en la calle de los Cambios 3, cerca de la Lonja. El 27 de julio se puso fin a 78 años de servicio, entre insultos y acusaciones de ladronas por la vecindad. Las autoridades permitieron marchar a las que tuvieran familia fuera, aunque alguna no lo hizo.

El último de muchos registros que sufrieron fue el 17 de noviembre, cuando las llevaron al comité de la FAI. Ofrecieron de nuevo los milicianos la libertad a la madre Niceta por ser catalana, pero la rechazó: «Donde vayan las hijas, allá va la Madre». Allí mismo se dictó sentencia de prisión para las 12 religiosas, que el día 19 fueron llevadas a la cárcel de mujeres de Alacuás. El 24, a las 5 horas, les mandaron subir a un camión para cuidar a los niños evacuados en los Baños de Bellús. Pero ellas sabían adonde iban y repetían, como el primer mártir san Esteban: «Perdónales este pecado, que no saben lo que se hacen». Las llevaron al Picadero de Paterna, donde la madre Niceta, superiora, arrodillada con los brazos en cruz, dijo en voz alta: «Señor, tú me las diste, te las entrego, estoy dispuesta».

Allí, sobre la arena y excrementos animales, fueron asesinadas en el paredón:
  • Niceta Plaja Xifra (73 años), natural de Torrent (Girona). Superiora.
  • Feliciana de Uribe y Orbe (43 años), de Múgica (Vizcaya).
  • Paula Isla Alonso (73), de Villalaín (Burgos).
  • Justa Maiza Goicoechea (39), de Atáun (Guipúzcoa).
  • Erundina Colino Vega (53), de Lagarejos (Zamora).
  • Daría Campillo Paniagua (63), de Vitoria.
  • María Consuelo Cuñado González (52), de Bilbao.
  • Concepción Rodríguez Fernández (40), de Santa Eulalia de las Manzanas (León).
  • Mª Concepción Odriozola Zabalia (54), de Azpeitia (Guipúzcoa).
  • Cándida Cayuso González (35 años), de Ubiarco (Cantabria).
  • Antonia Gosens Sáez de Ibarra (66), de Vitoria.
  • Clara Ezcurra Urrutia (40), de Mondragón (Guipúzcoa). 

Sus cuerpos acabaron en la fosa común.

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Fuente: MATA, Santiago, En la catedral de los mártires
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