viernes, 2 de diciembre de 2016

La humildad en política


Estamos contemplando en los “políticos” cómo la pasión partidista ha vencido al sentido de Estado y al propio contenido programático de sus partidos en la lid democrática —debiera decir en la montonera en la que todos se cascan con todos— , en perjuicio de España y de los electores. Una farsa en la que nos han expropiado el voto para hacer lo que les da la gana y un derroche de nuestro dinero, con la sensación que yo tengo de que estuviéramos embutiendo pienso en los gaznates de los pavos antes de Navidad.

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Viene esto a cuento de un comentario radiofónico viral de un médico de familia de un pueblo que todo él malvive con subsidios de desempleo. Propugnaba que en las elecciones pasadas dejáramos las urnas vacías, «porque esta jodienda la pagamos todos».

Viene a cuento de las palabras que pronunció la candidata demócrata Hillary Clinton en la ciudad de Kansas: «En política no se habla mucho acerca de la humildad». De la humildad entendida como virtud esencialmente democrática, no tanto cristiana.

Y también con la evidencia constatada de que la pasión partidista reduce a cero el contenido de las propuestas programáticas. Basta con que una cuestión se etiquete como socialista para que valga como tal y todo socialista de partido la siga, aunque sea descabellada, como hemos visto. Otro tanto podemos decir si es azul, roja, podemita, convergente o “bildurra”. El mismo argumento sirve para los unos como para los otros. Basta cambiarle el disfraz. Y venciendo la pasión a la inteligencia, poco podremos exigir a los programas partidistas.


Escribe un comentarista norteamericano acerca de las palabras de Clinton, que la política y la humildad no son convergentes. La política requiere ego; uno necesita presentarse como mejor alternativa que la de su oponente. Sin embargo, humildad significa que uno es consciente de sus fallos y respeta a aquellos con quienes no está de acuerdo. Desde este punto de vista, muchos creen que en nuestra sociedad la humildad se ha convertido en algo “contracultural” precisamente por culpa de los políticos.