sábado, 17 de diciembre de 2016

No al acoso



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La cuestión me preocupa porque en España no se le está dando solución. No comparto algunas de las hechuras que ya tiene la sociedad p-o-s-t-m-o-d-e-r-n-a. Dicho a boca llena, la que dice estar de vuelta de todo. En ella han volado los principios más elementales de convivencia, que eran los que nos condujeron a respetar a los conciudadanos e incluso al ecosistema, digámoslo también porque son dignos de respeto, no porque así lo enuncie la ley. Se está tratando el bullying dicho así el acoso escolar parece más culto como si fuera un mal que aqueja a nuestra sociedad, cuando en realidad solo es síntoma de algo más profundo.

Hace bastantes meses, auspiciada por una revista nacional, tuvo lugar una mesa redonda de expertos (un maestro de primaria, una miembro de una APYMA, un alto funcionario autonómico y una psicoanalista) que se preguntaban ¿Cómo acabamos con el acoso escolar? Todos coincidieron en el diagnóstico del preocupante fenómeno, del que son víctimas tanto el acosado como el acosador, y aportaron ideas y posibles soluciones al problema desde su conocimiento y experiencia.

Terminada la lectura del reportaje me quedé hueco: manejaban bien los conceptos y a medias las ideas alguna peregrina, por cierto, porque no se explayaron en ellas. Porque no expusieron cuáles son las bases que sostienen esas ideas que habrían de ponerse en práctica para alcanzar los fines por ellos propuestos. Algo así como una respuesta al “¿por qué?” del “¿por qué-por qué?” tan infantil y primario. Me explico a título de ejemplo.

Uno de los circunspectos intervinientes propuso que, aun dejando a veces de lado la impartición del programa oficial, a los escolares «hay que formarles un pensamiento crítico para que distingan la justicia de la injusticia y esto habría que hacerlo por norma y desde Primaria. Para que sean capaces de decir: “Lo que estás haciendo no está bien y no te apoyo”».

Claro está, pero para distinguir lo justo de lo injusto hay que tener una previa idea de qué es el bien y el mal, de la naturaleza y dignidad del hombre. Una idea que es moral y básica para comprender luego la distinción entre lo justo e injusto. Conocida ésta, es preciso contrastarla después con los conceptos de legal e ilegal, porque es el caso de que lo injusto puede ser legal e ilegal lo justo. De otro modo no se les podría explicar qué es, por ejemplo, algo tan básico como la objeción de conciencia (el caso más clamoroso fue hace decenios el “No a la Guerra” y al Servicio Militar obligatorio; hoy es el criminal aborto) o la atenuante penal del estado de necesidad, que puede no ser injusto. Todo esto no lo manifestó el "mesarredondista", dándolo quizá por sobreentendido, pero en cuestiones de educación no caben los sobreentendidos. Bien lo saben los docentes.

Señalaba también el mismo participante la necesidad de hablar a los chavales «de lo importante que es forjarse una personalidad sólida y no dejarse llevar por cosas que no desean». Está muy bien, pero de la preocupante ausencia de formación en moral elemental y el abandono del estudio de las Humanidades se siguen errores supinos en la concepción del hombre, de la sociedad, de la Humanidad y de su entorno. El mayor de ellos es a todas luces el concepto de libertad. De este modo no se consigue dotar a las personas de esa «personalidad sólida» y, como individuos integrantes de una masa, carecerán de recursos para «no dejarse llevar por cosas que no desean».


Yo ya soy mayor, pero mis nietos están en preescolar. Aunque somos gentes de las que antes se llamaba “de orden”, todos somos ya “antisistema”.