viernes, 16 de diciembre de 2016

Ni Dios lo sabe...


HarroDienekes
Me hace llegar un gran y buen amigo una anécdota atribuida a Pedro Muñoz-Seca, con la advertencia de que puede ser apócrifa, pero compruebo que no difiere del temperamento y expresión del ingenio satírico del formidable autor. No se la tache de volteriana, porque en modo alguno lo es, pero sí anticlerical, porque no puede menos de serlo.

Dice así:

Don Pedro vivía, desde sus tiempos de estudiante, en una casa de Madrid donde atendía la portería un encantador matrimonio al que profesaba auténtico afecto. Falleció la mujer y a los pocos días el marido, más de pena que de enfermedad, pues era un matrimonio profundamente enamorado… El hijo de los porteros se dirigió a don Pedro, muy afectado tras la muerte de sus padres, y le pidió que redactara un epitafio para honrar su memoria. Del corazón de Muñoz Seca surgieron estos versos:
  
Fue tan grande su bondad,
tal su generosidad,
y la virtud de los dos,
que están, con seguridad,
en el Cielo, junto a Dios…

 Corría mil novecientos veintitantos y, en aquella época, era preceptivo que la Curia diocesana aprobara el texto de los epitafios que habían de adornar los enterramientos. Así que Don Pedro recibió una carta del Obispado de Madrid reconviniéndole a modificar el verso, puesto que nadie, ni siquiera el propio Obispo de la diócesis, o incluso el Santo Padre, podían afirmar de un modo tan categórico que unos fieles hubieran ascendido al Cielo sin más. Don Pedro rehízo el verso, y lo remitió a la Curia en los términos siguientes:
  
Fueron muy juntos los dos,
el uno del otro en pos,
donde va siempre el que muere:
pero no están junto a Dios,
porque el Obispo no quiere…

 Nueva carta de la Curia. El Obispo, tras recriminar al autor lo que creía con toda la razón del mundo una burla y un choteo de Muñoz-Seca, le exigió una rectificación, ya que no es el Obispo el que no quiere, pues ni siquiera es voluntad de Dios: Él no decide nuestro futuro, sino que es nuestro libre albedrío el que nos lleva al cielo o no.
 Así que Don Pedro remató la faena, escribiendo un verso que jamás se colocó en enterramiento alguno, porque la Curia jamás le contestó:
  
Vagando sus almas van,
por el éter, débilmente,
sin saber qué es lo que harán,
porque desgraciadamente,
ni Dios sabe dónde están…



La anécdota, publicada hace unos años en Youtube,  viene muy a cuento hoy porque aunque puedo imaginar el cabreo de la burocrática Curia matritense, hace unos días dió inicio a la Causa de beatificación de nuestro dramaturgo, quien fue fusilado en Paracuellos del Jarama dando testimonio de su fe. «Cuando recibas esta carta se despedía de su mujer estaré fuera de Madrid. Voy resignado y contento. Dios sobre todo. Voy muy tranquilo sabiendo que tú siempre serás el ángel bueno de todos. El mío lo has sido siempre, y si Dios tiene dispuesto que no volvamos a vernos mi último pensamiento será siempre para ti […]. PD: Como comprenderás, voy muy bien preparado y limpio de culpas».