domingo, 18 de enero de 2015

Algo extraordinario estoy viviendo


Conforme el sol se va hacia poniente, dejo de estar deslumbrado y empiezo a deleitar, no ya mi cansada vista, sino mi espíritu con las tonalidades que adquiere el cielo de mi universo. Al poco, ya oscuro, reparo que mis ojos «se han vuelto navegantes de los profundos cielos estrellados» (R. Alberti). Y ante la inmensidad sideral que contemplo, puedo consentirme el gozo de advertir la farsa de este mundo desde un anonimato que aún me deja sopesar el debe o mi haber, que jamás me ofrecerá un saldo triunfador, aunque me queden quehaceres.


Un gozo que, en la mucha edad —dicen— tiene como contrapartida el cansancio de ver que todo cambia. Y que todo queda igual, o peor. Pero ya no es tiempo para sufrir de amargura, sino para la acción. Las parpadeantes estrellas me dicen que algo extraordinario estoy viviendo.