jueves, 15 de enero de 2015

Los paraguas


Les parapluis
Auguste Renoir (1883)
Los días de lluvia y ventosos siempre han sido de negocio  para los paragüeros. Me refiero a esos días de sol y nubes  otoñales en los que la lluvia y el viento llegan inesperadamente. Los caballeros aguantamos bien las rociadas, pero los peinados de las damas no. Lo de negocio es un decir, porque en las paragüerías de antaño, las que ahora se ven cerradas, vendían paraguas para toda la vida, o casi. No vendían muchos porque las modas apenas cambiaban y, claro, el mercado se iba saturando.

Conocí por casa de mis abuelos unos de gabardina de algodón y un precioso varillaje de madera, que hacían del paraguas un instrumento útil pero engorroso por grueso, pesado y de resultado incierto al ser abierto. Los había de señorita, que eran como de pitiminí, aptos más bien  para dar que hablar. Más amplios y de tela negra eran los de caballero; de tela azul los rurales. El primer cuidado a tener cuenta era dejarlos a secar bien desplegados.

A las primitivas varillas de madera siguieron unas metálicas, de estrecha chapa conformada, y nervaduras de alambre de acero que seguían el mismo principio de funcionamiento, porque no cabe otro. Más tarde los tejidos sintéticos en vez de la gabardina de algodón. El caso es que de estas innovaciones pudieron vivir no solo el fabricante y el detallista sino también los gitanos, las gitanas, más bien.

Cuando el tenaz viento o una racha inesperada te daba la vuelta al paraguas, ya podías contar con que te lo había averiado. Una simpleza, pero perdías un remache, un casquillo o se torcían las varillas y paraguas inútil. Entonces recurrías a la gitana para que te lo arreglase. Dos días después la veías por la ciudad abrazando una docena de paraguas para devolverlos a sus propietarios y cobrar por su trabajo. Un negocio siempre urgente, simple y creo que no muy remunerador, que aportaría algunas unas pesetillas para el puchero.


Pero los nuevos valores del crecimiento económico han dado al traste con los paraguas para toda la vida, con las paragüerías y con el escaso negocio de las gitanas. Ahora son los chinos los que lo han hecho suyo, vendiéndonos unos adminículos que caben en cualquier sitio y muy baratos, como de quita y pon. Es otra cultura, son los nuevos valores para usar y tirar. No se sabe bien hasta cuando.